martes, 2 de octubre de 2012

CAER EN LA TRAMPA

No voy a dejar las convicciones en la puerta de la Casa Rosada”, prometió públicamente Néstor Kirchner al momento de asumir la presidencia el 25 de mayo de 2003. Y sucedió lo inimaginable: cumplió. Primero él y Cristina Fernández de Kirchner después. Y esas convicciones -que en principio no eran extendidamente conocidas- traducidas en prácticas, con el correr del tiempo provocaron la escalada en las urnas. De un escaso 22,4 % en el año 2003 treparon al 54,1 % en 2011.
Que el kirchnerismo pusiera a la política y el interés general por sobre los corporativos no gustó a los señores del poder fáctico acostumbrados a condicionar gobiernos, y, frustrados por no poder doblegar al actual ni corroer su popularidad, con los medios de comunicación concentrados como punta de lanza últimamente han sumado otro objetivo adicional al de provocar desazón en el ciudadano común porque las cosas no salen como ellos quieren: “infectar el humor social y exacerbar la violencia” -como se dijo en el último post- con andanadas de odio. Con cinismo y sin prurito por la profesión.
Sus prácticas no son inocentes y distan a años luz de las palabras de Tomás Delclos, Defensor del Lector del diario El País (España): “Los diarios de referencia no son aquellos que nunca cometen errores, un espécimen inexistente. Son aquellos que los reconocen y corrigen con prontitud. Por respeto a la veracidad y por respeto a los lectores, depositarios del derecho a la información. Y no hay errores despreciables…”.
Parte de la ciudadanía y de las comunidades política y periodística, caen en la trampa. Los primeros, en cierta medida influenciables toda vez que dependen de la información que les suministra la prensa para enterarse de lo que sucede y poder evaluar correctamente los hechos, suelen ser víctimas del engaño y la confusión. Los segundos caen en la del desgaste de tener que negar o defender o explicar según el asunto y la circunstancia. Y todos en general, en la de la distracción; los medios de comunicación dominantes desvían la atención de otras cuestiones, del lugar por donde circulan las discusiones de alta densidad política. A temas de hondura como la conformación de un bloque continental o la ampliación del derecho a votar para los jóvenes de 16 años o la reforma de los Códigos Civil y Comercial, como tantos otros, los termina cubriendo un manto de invisibilidad; y a temas ya cerrados -aunque alguno que otro no tanto-, un manto de olvido.
¿Trampa o trampas? Ambas. La trampa de esa prensa más cercana al ilusionismo que al periodismo consiste en hacer caer en las sucesivas trampas que va sembrando. Es el peligro que encierra cualquier monopolio u oligopolio mediático.
En este caso hablamos del principal conglomerado mediático privado del país, la nave insignia del poder concentrado local: el Grupo de multimedios Clarín, que ve seriamente amenazado su poder de fuego por el 7D (7 de diciembre), como ha denominado el Gobierno al día establecido por la Corte Suprema de Justicia para cumplir con el artículo 161 de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (LSCA). Un fallo que hace tambalear su supremacía y con ello su herramienta de construcción de poder: controlar, restringir y clasificar los flujos de información de manera tal de poder forzar una realidad a la medida de sus intereses y a la de los que defiende y/o representa; e imponer su voluntad.
Y no están solos. Cuentan con la colaboración de los afines a ultranza a cualquier discurso antikirchnerista, los confundidos y los nostálgicos de otros regímenes -¿y su remanente?- que ofician de eco, prestan su furia y sustituyen la palabra por el insulto, ya sea en el ciberespacio o en el terreno, dando rienda suelta a su tirria. Estos últimos no caen en la trampa, saben lo que hacen, mientras que los confundidos ofician de idiotas útiles.
Todavía pareciera temprano recordar lo sucedido en Honduras y Paraguay, pero… a no dormirse. Como se dijo en otra oportunidad, nada de lo que sucede es ingenuo ni inocente. Hay quienes no demuestran desconveniencia en llevarse las instituciones puestas.

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