jueves, 25 de octubre de 2012

REVIVAL III

Por tercer día consecutivo continuamos recuperando la serie de notas TEMBLADERAL EN LOS MEDIOS que EL GUARDAFARO publicó al comienzo de su existencia. Como se dijo últimamente, sirve para prepararnos para lo que muy pronto vendrá, refrescar la memoria y para que los no pocos recién venidos a este espacio se enteren cómo se piensa aquí. La pulseada político-judicial-mediática a la que asistimos en materia de comunicación audiovisual lo justifica porque el 7D está muy cerca.
Aunque pueden ir sacándose deducciones a partir de lo que el Gobierno y el Grupo mediático predominante Clarín van indiciando, ese día se conocerán a ciencia cierta las cartas que cada una de las partes en pugna jugarán. Una para marchar hacia la aplicación plena de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. La otra para eludirla; incluso ganar tiempo para intentar que se derogue y así continuar siendo dueña del discurso único, con todo lo que ello implica. Y si de implicancias se trata, la Parte IV de la serie en repaso viene al dedillo.

TEMBLADERAL EN LOS MEDIOS ( Parte IV )
Publicado en EL GUARDAFARO; 24/jun/2011

Actualmente los Grupos mediáticos son sólo guardianes de sus propios intereses. Han entrado de lleno en el juego del poder; poder que está en parte estructurado sobre el dominio del campo simbólico, sin el cual no podrían imponer ni sostener la ideología que defienden y los soporta.
Aquel gobierno que pretenda interponerse a sus dictados, sufre sus ataques. Sucede en la mayoría de los países, incluido EEUU. No extraña que, hoy mismo, lo padezcan varias naciones latinoamericanas por querer desprenderse de los modelos socio-económicos a los que las tuvieron sometidas desde siempre.
La importancia de muchos “quiénes”.
Los Grupos mediáticos tienen la posibilidad de instalar o desinstalar temas en la sociedad, y a informarla o a desinformarla al respecto. En consecuencia, a manipularla o no.
Decir que una persona está desinformada no es lo mismo que decir que no está informada. La diferencia es sustancial. La falta de información es sólo el comienzo del abanico de posibilidades que representa la desinformación; abanico que incluye a la deformación de la información y la información falsa. Y tanto con una como con otra un cuerpo social resulta manipulado.
La dinámica de los acontecimientos va instalando temas en la sociedad. Pueden ser noticias o cuestiones en discusión. En ambos casos sus tratamientos suelen variar según los vaivenes de las luchas de poder, y los protagonistas en función del tema instalado. Algunas veces pertenecen en su totalidad al ámbito de la política y en otros se dividen en políticos y representantes de intereses sectoriales, generalmente económicos, sean Made in Argentina o no.
Los protagonistas y sus portavoces buscan sumar apoyo para el sector al que son funcionales. Tratan de hacer que sus argumentos parezcan tener sustento; y los tengan o no y sean sólidos o débiles, se esfuerzan por que parezcan incuestionables -o casi-. Si lo consideran necesario, en el tironeo no escatiman esfuerzo para magnificar la porción de verdad que defienden con la pretensión de presentarla como absoluta.
Las circunstancias transforman a los ciudadanos en involuntarias réplicas de Tupac Amaru, versión siglo XXI, a las que los adversarios de turno pugnan por convencer de que la causa que abraza cada uno es La Verdad. La sociedad en su conjunto queda atrapada en medio de una polémica, a veces con la sensación que tras bambalinas en realidad “se está jugando otro partido”, porque la “Obra” de turno se representa en los medios de comunicación con guiones adaptados tanto al tipo de vehículo de expresión como al gusto -o mal gusto-, tendencia y conveniencia de los “dueños de la sala”.
En cualquiera de los casos, los ciudadanos, generalmente más ocupados en -y preocupados por- sus asuntos personales que por cotidianos no dejan de ser importantes, dependen de la información que les suministran para poder evaluar correctamente lo que sucede y tomar posición respecto del asunto. De ahí los beneficios que ofrece el tener la posibilidad de leer, ver y escuchar la mayor cantidad de voces y puntos de vista posibles. Multiplicar las voces disipa los peligros de la desinformación y brinda la oportunidad de acceder a un vasto espectro de versiones y visiones.
El papel del periodismo.
El papel que juegan los periodistas en el proceso informativo es por demás importante.
Contrariamente a lo que en algún momento trataron de convencernos, las ideologías no han muerto. Cada pensamiento, cada opinión y cada acto, cuando a nuestra condición de seres sociales se refiere, tiene en mayor o menor medida un sentido político-cultural. Consecuentemente, un componente ideológico.
Los periodistas no escapan a ello. No existe periodista libre de ideología, porque no existe ser humano libre de ideología. Pero ello no implica que deban ejercer necesariamente el rol de militantes en el periodismo. Tampoco que deban someterse a la línea editorial de los medios para los que trabajan.
Si ocurre lo primero, no deben serlo a ultranza y sí hacerlo a cara descubierta. Si ocurre lo segundo, deben revisar sus respectivas conciencias; más aún si caen en el periodismo cínico.
El periodismo militante a ultranza y el periodismo cínico -una forma disfrazada del primero- deforman la realidad y la presentan de manera tal que sirva a sus intereses. Y cuando no se trata de “llevar agua para su molino” sino de servir a intereses ajenos -p.ej., los corporativos-, aún en contra del propio sentir y pensar del periodista, ya estamos frente al periodismo más degradado: el servil… Indigno.
En cualquiera de los casos, en palabras de José Ingenieros: “Son escorias sociales los que viven de la hipocresía o esparcen la calumnia, los que fingen o mienten, los que ocultan una partícula de la verdad que saben para obtener una prebenda o un beneficio, los que alientan la indignidad ajena o no se avergüenzan de la propia”.
El periodismo debe hacer autocrítica; revisar los manuales y reflexionar sobre sus prácticas. Lo mejor que podría suceder es que retome aquellas reglas claras en las que prevalecen los intereses del conjunto por sobre los individuales. Cuando lo haga podrá recuperar el papel de fiscalizador de los actos de gobierno, vital para la salud de cualquier democracia. De lo contrario, perdemos todos.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario