martes, 30 de agosto de 2011

¿QUIÉN MANDA AL QUE MANDA? (Parte IV)

Al hablar de la crisis de las deudas a la que llevó la financiera no se hace referencia directamente a la incapacidad de cancelación por parte de los deudores originales de las hipotecas de alto riesgo, sino a la exposición de los países por contar con bonos en cartera, vinculados a aquellas, que la ensucian y los pone -o se supone que los pone- en dificultades para afrontar sus obligaciones.
El tema de los deudores originales es tema terminado. Los emisores de las hipotecas subprime transformaron las mismas en bonos, los bonos fueron transados en el mercado financiero y, como eran basura, generó el salvataje desenfrenado incrementando antiguas deudas, o causando nuevas, que alguien tiene que pagar. Porque nadie regaló ese dinero. ¿Quién resulta que debe pagarlas? Se las hacen pagar a los pueblos, con ajustes fiscales. ¿Por qué? Porque las cuentas no cierran. ¿Por qué no cierran? Porque los países alcanzaron niveles de endeudamiento insostenibles y no tienen la capacidad de generar suficientes riquezas genuinas como para atender los presupuestos internos y los pagos de la deuda a la vez. O marcharían hacia niveles de endeudamiento insostenibles con los nuevos préstamos que deben tomar para pagar lo que ya deben pagar. ¿Por qué esa incapacidad? Principalmente porque en las últimas décadas prevaleció la cultura financiera. ¿Y por qué la factura se la hacen pagar a los pueblos si la fiesta fue de otros? Porque las deudas terminaron pesando sobre los Estados.
Paradójicamente quienes determinan la confiabilidad de las deudas de los países son las agencias evaluadoras de riesgo; aquellas responsables del génesis de esta nueva crisis: las hipotecas subprime. En esta ocasión sus evaluaciones y el déficit público son los que legitiman los ajustes de las cuentas fiscales, convalidados por el FMI -otro objetado-, a favor de las demandas del establishment financiero.
Al momento de ajustar, la receta sigue siendo la misma: recorte de gastos -especialmente programas sociales- y enfriamiento de la economía. Los países siguen atados a la lógica del capital financiero; lógica al servicio de las políticas neoliberales que no ceden un ápice en su voracidad.
Para esa lógica, escapar a una cesación de pagos está por encima del daño social que puedan producir los ajustes que impone para evitarla. El hecho que la evolución de la tasa de desempleo no produzca preocupación sobre el destino de las economías y sí los indicadores de deuda, demuestra la hegemonía de las finanzas y la especulación sobre la producción y el trabajo; en definitiva, sobre las personas y su dignidad.
Se supone que las sociedades afectadas por los ajustes recesivos tienen un determinado nivel de saturación, que se constituiría en el punto de inflexión del neoliberalismo; aunque, por otro lado, hay quienes sostienen que no. Para quienes confían en su existencia, las incógnitas residen en dónde se ubica ese nivel –es decir, hasta dónde aguantarán esas sociedades-, con qué fuerza se expresará el descontento y qué cambios podrá provocar. Y quienes descreen de la posibilidad de una transformación, basan su argumento en contrario en que el neoliberalismo fue instalado con mucha fuerza en la sociedad, logró colonizarla e instaló el individualismo en detrimento de las organizaciones gremiales y los movimientos sociales que, en definitiva, son los sectores desde los que provienen naturalmente las luchas por las reivindicaciones.

Una de las consignas de los 15-M
 Lo cierto es que España, cuya tasa de desempleo asciende al 24%, ya empezó a manifestarse con el Movimiento 15-M -conocido así por la fecha en que surgió: 15 de mayo (2011)-; o “los indignados”, como se los conoce popularmente. Grecia, país en el que la desocupación creció hasta llegar actualmente al 15%, explotó ante el anuncio de las medidas tomadas por el Gobierno, que cedió a la presión de acreedores y organismos e hipotecó a las próximas 3 generaciones. Lo llamativo es que, en ambos caso, los Gobiernos son socialistas y priorizaron al mercado ¡…! Debilidad política o fragilidad ideológica.


UK en llamas. Días de furia
 No son los únicos países que anunciaron ajuste fiscal ni que cosechan malhumor social. A la ola se subieron Italia, Francia, Inglaterra y EEUU, entre las economías más fuertes. Alemania, aprieta.
Todas esas sociedades protestan pidiendo cambios, no todas tienen propuestas. El caso extremo: Inglaterra; sólo furia.
Enfriar las economías traerá aparejado mayor desocupación, congelamiento de remuneraciones -cuando no disminución- e incremento del empleo precario, lo cual, sumado a los recortes a programas sociales, derivará en retracción de los mercados; es decir, recesión. De lo que hay que protegerse es de una posible recesión global. Es lo que hoy procuran hacer tanto el Gobierno argentino en lo local como la Unasur en lo regional, anticipándose a la tormenta que asoma.
“Actuar con la lógica de los mercados es darle de comer a la bestia, que se hace más fuerte y más furiosa y se lleva todo puesto”. Son palabras del Ministro de Economía, Amado Boudou, quien opina que los países inmersos en la crisis están errando el camino.

La 5ta parte (última) de esta nota se publicará el martes 6 de septiembre

viernes, 26 de agosto de 2011

¿QUIÉN MANDA AL QUE MANDA? (Parte III)

Con anterioridad al año 2007 ya se dudaba de la capacidad técnica de las agencias calificadoras para evaluar riesgos. Con la crisis hipotecaria y su derivada se demostró sobradamente; y se sumó la incapacidad de las mismas para prever situaciones que puedan derivar en crisis. Aunque luego, esas incapacidades viraron a condición de supuestas debido a ciertos sucesos y declaraciones que dejaron al descubierto los conflictos de intereses que genera el hecho de no ser contratadas por quienes quieren comprar los títulos sino por quienes desean colocar deuda.
No obstante ello, las agencias continúan operando a gusto el humor de los mercados financieros en el mundo. Sus observaciones siguen teniéndose en cuenta. Y, en cierta forma, directa o indirectamente, influyen en la suerte y el destino económico de los países. Desde hace años lo sabe muy bien la Argentina; ahora la Eurozona y hasta los mismísimos EEUU.
A nuestro país lo persiguió la sombra de la evolución de la calificación -o los argentinos nos perseguimos con ella-, hasta que el Gobierno decidió renegociar la deuda y afrontar sus compromisos sin recurrir al financiamiento externo; es decir, desendeudándose.
La arbitrariedad de las agencias quedó demostrada una vez más cuando Standard & Poor’s, Moody’s y Fitch elevaron la nota de la deuda argentina a “B”, habiendo tenido nuestro país 7 años de crecimiento sostenido, con superávit gemelo -fiscal y comercial- y con una exitosa política de desendeudamiento. Recién en ese momento lo consideraron suficiente -y sólo para subirla nada más que un escalón en la calificación-, mientras que, por otro lado, algunos países centrales se derrumbaban pero la calificación de su deuda hasta el momento no variaba.
Ahora sí lo hizo. Y la susceptible Unión Europea alertó que el accionar de las calificadoras está poniendo en riesgo a toda la región ¡…! y proponen eliminarlas ¡…!. ¡Lo hace recién ahora, cuando “el accionar” -léase: las calificaciones- de ellas afecta -léase: toca- a los países de la Eurozona! Es que, por ejemplo, los de Portugal e Irlanda acaban -en el mes de julio- de ser calificados como “bonos basura”. Y eso les molesta.
EEUU no quedó exento. A la deuda de ese país la bajaron un escalón en su calificación. Y Obama también se ofuscó.
¿Y los lineamientos para las transformaciones que consideró necesarias el G-20, que en virtud de lo sucedido acordó en su cumbre del año 2008 llevar a cabo? Bien, gracias. Hasta el momento, pura retórica. No se fijaron nuevas reglas para el accionar de las agencias, ni los gobiernos que las regulan se aseguraron de que esas se manejen con los más altos estándares de calidad; tampoco se crearon mecanismos que permitan visualizar a tiempo situaciones indeseables. Menos que menos se impulsó la creación de algún tipo de control con reguladores estatales. Es que, en definitiva, las agencias o son parte o son mandatarias del establishment financiero; y el establishment financiero no se toca. Por ahora…
Llegada la hora de las críticas éstas recayeron también sobre el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM). En el seno del G-20 comenzó a percibirse una cierta coincidencia acerca de que, tal como viene funcionando, el FMI no le sirve a nadie. En tal sentido, nuestro país ha insistido con que ese organismo debe dejar de inmiscuirse en decisiones internas de política económica de los países y dejar de condicionarlos de forma asfixiante. Incluso las naciones en vías de desarrollo reclaman una reformulación de su estructura de funcionamiento, que les permita tener mayor participación en la conducción y más poder de voto.
La inclusión del FMI y el BM en el temario de las cumbres del G-20 coincide con una nueva mutación de la crisis.
Cuando ya nada podía hacerse para tapar la burbuja especulativa de las hipotecas, porque explotó, y comenzó el salvataje desenfrenado del sistema financiero sólo tapando agujeros, sin medir consecuencias y actuando exclusivamente con la lógica de los mercados, pareciera ser que nadie percibió que el problema que se estaba generando con las deudas tarde o temprano pasarían a ocupar el centro de las dificultades de la economía mundial. Y sucedió. A la crisis financiera la siguió la crisis de las deudas.


La 4ta parte (ante-última) de esta nota se publicará el martes 30 de agosto

martes, 23 de agosto de 2011

¿QUIÉN MANDA AL QUE MANDA? (Parte II)

Las hipotecas subprime son hipotecas consideradas de riesgo por quien la concede, orientadas a una clientela que, por diversos motivos, no reúne las condiciones que la plaza bancaria exige para otorgar ese tipo de crédito. Quienes se dedican a este negocio son organizaciones financieras que aplican una tasa de interés superior a la del mercado; negocio bastante rentable en escenarios de tipos de interés bajos, porque el cliente tiene siempre la intención de pagar y no perder su casa, al igual que los deudores comunes. Dado que no existen avales, el problema viene cuando los tiempos no acompañan.
Como las hipotecas subprime pueden ser objeto de compra-venta mediante bonos o titularizaciones de crédito, las entidades concesionarias las transferían bajo esos instrumentos. Los compradores: fondos de inversión, planes de pensiones, bancos y particulares.
Primera mutación.
La crisis hipotecaria se hizo presente con el crecimiento de los índices de morosidad. Tuvo su origen en la burbuja especulativa ligada a los activos inmobiliarios que se generó por la liquidez sin precedentes del período 2001-2007; su germen en la codicia por las tasas de interés muy superiores a las del mercado; su caldo de cultivo en la incorrecta valoración de los riesgos, la sobrevaluación de los inmuebles hipotecados y, en algunos casos, los plazos de repago que excedían el ciclo natural de vida de los deudores; y la trampa en la escasa información a los inversores y la falta de mecanismos que permitieran visualizar a tiempo situaciones irregulares.
Una vez declarada, la crisis mutó a financiera. Primero afectó al sistema estadounidense y después al internacional. Se tradujo en quiebras, derrumbes bursátiles y deterioro de la economía global.
Según George Soros -gurú de las finanzas, ahora retirado- el estallido de la crisis financiera de 2008 puede fijarse oficialmente en agosto de 2007, momento en el que los bancos centrales decidieron intervenir inyectando fondos a los bancos.
Esas primeras ayudas no resolvieron la iliquidez. Los mercados de crédito en general se paralizaron; los interbancarios también, toda vez que nadie sabía cuántos malos préstamos podrían tener en cartera los tomadores. Y como la falta de crédito traía consigo la amenaza de recesión, más quiebras, desempleo y, consecuentemente, incremento del costo de la vida, las autoridades económicas recurrieron a otras medidas adicionales tendientes a mantener la solvencia, restablecer la confianza entre -y en- las entidades bancarias y financieras y tranquilizar a las bolsas y a los ahorristas. ¿Cuáles? Nacionalización de bancos, ampliación de la garantía de los depósitos y creación de fondos para la compra de Activos dañados.
Las agencias en el ojo de la tormenta.
Esta crisis comenzó a formar parte del temario del Grupo de los 20 (G-20); grupo de países que, en conjunto, representan el 85% de la economía mundial. Y lo mismo sucedió con las agencias calificadoras de riesgo; o “agencias descalificadoras”, como las rebautizó la presidente argentina en una de las cumbres, aunque por cuestiones relacionadas con la deuda argentina. En este caso fueron sentadas en el banquillo de los acusados por su pésimo desempeño, tanto para calificar las deudas como para prever la eclosión.
Con relación a la calificación de las deudas, por ejemplo, los ex empleados de Moody’s denunciaron connivencia con los bancos. Moody’s se equivocó groseramente en la nota a títulos vinculados con préstamos inmobiliarios; durante el 2006 atribuyó riesgo cero (nota “AAA”) a más de 9.000 títulos que representaban unos 869.000 millones de dólares, y sólo el 17% de ellos logró mantener ese status..
La mayor demostración de cinismo la brindó Warren Buffet, el principal accionista de Moody’s (13% de las acciones), quien aseguró que no utiliza las calificaciones para sus inversiones sino que, para lograr buenos negocios, deposita su confianza en las equivocaciones de la agencia.
Con relación a la incapacidad -¿…?- para prever la eclosión, por ejemplo, las rebajas en las notas de parte de las agencias se conocieron siempre después de que alguno de los emisores de la deuda calificada denunciaba la imposibilidad de afrontar sus compromisos; o declaraba su bancarrota.
Hay quienes coinciden en que uno de los costados débiles de las agencias es el conflicto de intereses que se plantea por el simple hecho que la calificación la paga el emisor del título. En tal sentido, en algún momento se sugirió que las calificaciones deberían pagarlas quienes compran los títulos y no quienes los emiten. Pero la idea no prosperó -¡¿…?!-.


La 3ra parte de esta nota se publicará el viernes 26 de agosto

viernes, 19 de agosto de 2011

¿QUIÉN MANDA AL QUE MANDA? (Parte I)

El hecho que parezca que quedaron en el pasado aquellas épocas en que cualquier crisis externa afectaba la economía argentina y que pueda decirse que hasta ahora la declarada desde el año 2008 -que aún perdura aunque con otros matices- ni despeinó a la economía argentina, como indiqué en “ROMPIENDO ESTEREOTIPOS (Parte III)”, se debe a las políticas implementadas desde el 2003, a contrapelo de la usanza y las advertencias. Pero no significa que se está totalmente a resguardo.
Tampoco existe seguridad de que siga sucediendo así. Somos parte de un mundo globalizado y el mal de otros -o sus errores- puede afectarnos. La complejidad de las interrelaciones hace que no exista La Solución ni que esté garantizado el resultado que se busque con cada decisión.
Las decisiones de hoy siempre afectarán el mañana, conduciéndolo o condicionándolo” (Peter Drucker), por lo que un buen principio es tomar conciencia de la realidad antes de ponerse en acción.
Conocer lo sucedido fronteras afuera desde entonces (2008), nos permite entender la situación actual y su por qué. Y justifica tanto esta nota que desplaza sólo transitoriamente a las otras como la ausencia por estos lares durante los 15 días que demandó armar esta serie.
La crisis ya venía marchando.
Aunque los gobiernos, por distintos motivos y en distinto grado, no están exentos de responsabilidad por la actual zozobra cuasimundial, a esta altura de las circunstancias resulta inútil tratar de tapar o minimizar la porción que les cabe a las agencias calificadoras de riesgo y la connivencia de otros actores.
¿Qué y quiénes son las agencias calificadoras de riesgo?, ¿cuándo y por qué surgen? Originalmente, fueron empresas dedicadas a recopilar y vender información comercial. Luego incorporaron a los emisores de deuda a su espectro de negocios, como resultado de la suma: globalización financiera más regulaciones lógicas pero a medida. A partir de la Gran Depresión de los años ‘30, al amparo de lo dispuesto por el ente que regula el mercado bursátil norteamericano (SEC), para emitir deuda pública, los Estados -y las empresas en caso de deuda privada- deben hacer evaluar sus propuestas por las agencias. Y ellas ponen nota; califican el riesgo de esa deuda para orientar a los eventuales compradores de la acreencia.
Desde entonces, las que más poder acumularon son Standard and Poor’s, Moody’s y Fitch. Las 2 primeras concentran el 40% del mercado cada una, mientras que la última el 15%. Las otras, que suman aproximadamente 150, evidentemente ni cuentan.
La crisis comenzó en el 2007, cuando ya hacía años que había antecedentes que ponían de manifiesto la incapacidad técnica de las agencias para evaluar riesgo. El caso más resonante fue Enron Corp., que gozaba de la calificación más alta y segura. Fue una empresa que se constituyó en 1985, cuya actividad inicialmente se centró en el área de energía y luego se diversificó. Técnicas contables fraudulentas, apoyadas por la consultora internacional Arthur Andersen, le permitieron ser considerada la séptima empresa de los EEUU, la más innovadora del país y aparecer en las listas de los mejores empleadores. A fines del 2001 solicitó protección por bancarrota en Europa y EEUU.
Enron embaucó a los especialistas financieros, no obstante ellos continuaron siendo beneficiados por el condicionamiento impuesto por la SEC. Así los mercados debieron seguir confiando en las agencias y éstas -sobre todo las “estrella”- haciendo de las suyas: otorgaron el indicador del riesgo más bajo a las inversiones que generaron la burbuja financiera de las hipotecas subprime que estalló en el 2007. La burbuja de las “punto com” durante la década anterior no les había bastado.
En esta ocasión un caso testigo fue Lehman Brothers, compañía dedicada a brindar servicios financieros, fundada en 1850, que acumuló enormes pérdidas por aquellos títulos. No fue el único, pero sirve para ilustrar en esta oportunidad de qué estamos hablando. Lehman Brothers, que había resistido de todo a lo largo de su historia, en el primer semestre de 2008 perdió el 73% de su valor en bolsa. Finalmente quebró, con un pasivo que superó los 600.000 millones de dólares.
Barack Obama, por entonces en campaña, prometía que su administración "reemplazaría al desactualizado e ineficaz sistema de supervisión regulatoria de Washington y llevaría transparencia y responsabilidad a Wall Street". Lo que siguió no tuvo nada de transparente ni de responsable. La crisis mutó para dar origen a otra nueva.


La 2da parte de esta nota se publicará el martes 23 de agosto

viernes, 5 de agosto de 2011

ROMPIENDO ESTEREOTIPOS (Parte III)

Poner la economía al servicio de la política fue una decisión fundamental para recuperar el rol del Estado. Y con él, soberanía; exclusiva del Estado por definición. Significó dejar de lado las políticas neoliberales que pretenden reducir al mínimo la intervención estatal en materia económica y social y defienden el libre mercado como mejor garante del equilibrio institucional y el crecimiento económico.
El Gobierno comenzó a intervenir activamente. Implementó políticas económicas cuyos ejes se resumen en: más mercado interno, más producción, más empleo y más inclusión. Asimismo dejó atrás viejas ataduras. Aprovechando la cesación de pagos ya declarada con anterioridad, el default, renegoció casi toda la deuda externa. Falta el Club de París -en curso- y los fondos buitres. También se desprendió del FMI y de su entremetimiento en nuestra política económica.
Haciendo uso del sentido común, tras algunos años de acumulación, comenzó a atender los compromisos externos con reservas, que hoy superan los 52.000 millones de dólares estadounidenses (cuando Néstor Kirchner asumió la presidencia en 2003, ascendían sólo a U$S 8.150 mill.). Y ese sentido común pone en aprietos a los que insisten con volver a los organismos financieros internacionales, volver a endeudarnos; insistencia que en el 2010 incluyó la rebelión del golden boy al frente del Banco Central. Así voló.
Se podrá estar de acuerdo o no con las ideas y/o con las formas del Gobierno actual, lo que no se puede negar es que rompió viejos estereotipos. Y aunque todavía falte mucho camino por recorrer, los que resultan inapelables son algunos indicadores duros que reflejan una situación-país cualitativamente mejor. Entre los macroeconómicos uno de los más significativos es la deuda externa, que tanto condicionó a la Nación en el pasado. Hoy equivale al 46% del PBI; dicho de otra manera, la mitad de la riqueza que produce el país en un año. Atrás quedó la época en que rompía la barrera del 100%, como le sucede ahora a EEUU y a varios países de Europa.
Pareciera que también quedaron en el pasado aquellas épocas en que cualquier crisis económica externa afectaba la economía argentina. Se lo llamaba “efecto”: efecto tequila (1994); efecto arroz (1997); etc. Contrariamente a aquello, la crisis económica mundial declarada durante el año 2008, que hoy muestra toda su crudeza -¿seguro que toda?-, puede decirse que hasta ahora ni despeinó a la economía argentina. Esta vez son otras las víctimas; y para ellas los consecuentes ajustes; ajustes que no reflejan otra cosa que una empecinada insistencia en políticas neoliberales, que en esta ocasión parecían estar reservados exclusivamente a los países europeos pero que acaban de llegar a los EEUU prometiendo ahondar la pesadilla en que se convirtió desde hace un tiempo el otrora sueño americano.
Hace tiempo que el país del Norte, contrariamente a cómo creció, desarticuló su aparato productivo, lo reemplazó por países taller y decidió para sí vivir del sistema financiero y la especulación. Las consecuencias se hacen sentir. Como sucede en estos casos, la crisis afectó principalmente a la población más vulnerable (desocupación que trepó al 10% de la fuerza activa; 200.000 viviendas rematadas mensualmente por falta de pago de las hipotecas); y el ajuste que viene también descargará su peso sobre ella: los recortes alcanzarán al sistema de seguridad social y no, por ejemplo, a los gastos de Defensa; aparentemente, tampoco se afectará los impuestos a ese 1% de la población americana que se beneficia con el 25% de lo producido por el país.
Aunque es dable admitir que todo ello tiene también un trasfondo político. El gobierno de Barack Obama sufre la coerción de una rabiosa oposición por parte de los Republicanos.

martes, 2 de agosto de 2011

PARA PENSAR EN AGOSTO

En ese rincón que he llamado “PARA PENSAR…”, desde el que convoco a meditar -sin la presión del tiempo- acerca de los temas que en él deposito aleatoriamente, como salpicaduras, hoy he incluido uno nuevo para el mes de agosto.