viernes, 19 de agosto de 2011

¿QUIÉN MANDA AL QUE MANDA? (Parte I)

El hecho que parezca que quedaron en el pasado aquellas épocas en que cualquier crisis externa afectaba la economía argentina y que pueda decirse que hasta ahora la declarada desde el año 2008 -que aún perdura aunque con otros matices- ni despeinó a la economía argentina, como indiqué en “ROMPIENDO ESTEREOTIPOS (Parte III)”, se debe a las políticas implementadas desde el 2003, a contrapelo de la usanza y las advertencias. Pero no significa que se está totalmente a resguardo.
Tampoco existe seguridad de que siga sucediendo así. Somos parte de un mundo globalizado y el mal de otros -o sus errores- puede afectarnos. La complejidad de las interrelaciones hace que no exista La Solución ni que esté garantizado el resultado que se busque con cada decisión.
Las decisiones de hoy siempre afectarán el mañana, conduciéndolo o condicionándolo” (Peter Drucker), por lo que un buen principio es tomar conciencia de la realidad antes de ponerse en acción.
Conocer lo sucedido fronteras afuera desde entonces (2008), nos permite entender la situación actual y su por qué. Y justifica tanto esta nota que desplaza sólo transitoriamente a las otras como la ausencia por estos lares durante los 15 días que demandó armar esta serie.
La crisis ya venía marchando.
Aunque los gobiernos, por distintos motivos y en distinto grado, no están exentos de responsabilidad por la actual zozobra cuasimundial, a esta altura de las circunstancias resulta inútil tratar de tapar o minimizar la porción que les cabe a las agencias calificadoras de riesgo y la connivencia de otros actores.
¿Qué y quiénes son las agencias calificadoras de riesgo?, ¿cuándo y por qué surgen? Originalmente, fueron empresas dedicadas a recopilar y vender información comercial. Luego incorporaron a los emisores de deuda a su espectro de negocios, como resultado de la suma: globalización financiera más regulaciones lógicas pero a medida. A partir de la Gran Depresión de los años ‘30, al amparo de lo dispuesto por el ente que regula el mercado bursátil norteamericano (SEC), para emitir deuda pública, los Estados -y las empresas en caso de deuda privada- deben hacer evaluar sus propuestas por las agencias. Y ellas ponen nota; califican el riesgo de esa deuda para orientar a los eventuales compradores de la acreencia.
Desde entonces, las que más poder acumularon son Standard and Poor’s, Moody’s y Fitch. Las 2 primeras concentran el 40% del mercado cada una, mientras que la última el 15%. Las otras, que suman aproximadamente 150, evidentemente ni cuentan.
La crisis comenzó en el 2007, cuando ya hacía años que había antecedentes que ponían de manifiesto la incapacidad técnica de las agencias para evaluar riesgo. El caso más resonante fue Enron Corp., que gozaba de la calificación más alta y segura. Fue una empresa que se constituyó en 1985, cuya actividad inicialmente se centró en el área de energía y luego se diversificó. Técnicas contables fraudulentas, apoyadas por la consultora internacional Arthur Andersen, le permitieron ser considerada la séptima empresa de los EEUU, la más innovadora del país y aparecer en las listas de los mejores empleadores. A fines del 2001 solicitó protección por bancarrota en Europa y EEUU.
Enron embaucó a los especialistas financieros, no obstante ellos continuaron siendo beneficiados por el condicionamiento impuesto por la SEC. Así los mercados debieron seguir confiando en las agencias y éstas -sobre todo las “estrella”- haciendo de las suyas: otorgaron el indicador del riesgo más bajo a las inversiones que generaron la burbuja financiera de las hipotecas subprime que estalló en el 2007. La burbuja de las “punto com” durante la década anterior no les había bastado.
En esta ocasión un caso testigo fue Lehman Brothers, compañía dedicada a brindar servicios financieros, fundada en 1850, que acumuló enormes pérdidas por aquellos títulos. No fue el único, pero sirve para ilustrar en esta oportunidad de qué estamos hablando. Lehman Brothers, que había resistido de todo a lo largo de su historia, en el primer semestre de 2008 perdió el 73% de su valor en bolsa. Finalmente quebró, con un pasivo que superó los 600.000 millones de dólares.
Barack Obama, por entonces en campaña, prometía que su administración "reemplazaría al desactualizado e ineficaz sistema de supervisión regulatoria de Washington y llevaría transparencia y responsabilidad a Wall Street". Lo que siguió no tuvo nada de transparente ni de responsable. La crisis mutó para dar origen a otra nueva.


La 2da parte de esta nota se publicará el martes 23 de agosto

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