martes, 13 de noviembre de 2012

TAMPOCO SE PUEDE OBVIAR

Y las voces no se acallaron... El 8N siguió instalado hasta hoy. ¿Continuará? Fue contado, tergiversado, analizado, opinado, explotado... Hubo para todos los gustos -e intenciones-, fundamentalmente en la voz y la letra de la prensa; y también por parte de varios sectores de la política, ante cámaras y micrófonos.
Como se dijo en el último post, no se puede obviar que la del jueves pasado fue la protesta contra el Gobierno más numerosa de los últimos años. Ni que la protagonista fue gente de clase media para arriba. Y menos que menos que los reclamos fueron múltiples y ambiguos. Pero tampoco se puede obviar que la mayoría de esos reclamos, cuando no incoherentes, resultaban imposibles de ser argumentados por la misma gente. Lo demostró en la pantalla la única periodista que los interpeló impecablemente, en directo, en el terreno -que le era hostil-.
La repetición acrítica de la construcción mediática fue una constante, desnudó tanto la inexistencia de demandas solventes como la permeabilidad de los manifestantes a esa construcción. Y es en este punto donde las circunstancias nos remiten nuevamente a los conceptos del politólogo Luis Bruschtein: “hay un sector de clase media que se muestra furiosa con las medidas que las salvaron de ese calvario (en referencia al momento en que la clase media estaba en la calle rompiendo cajeros automáticos y golpeando las cortinas metálicas de los bancos). Resulta paradójico que esa parte de la clase media, muy confundida también por una estrategia mediática que siempre se benefició con las políticas de los ‘90, escupa al cielo como si quisiera que volvieran esas políticas que la fundieron”.
Sin embargo, este espacio, generalmente inclinado hacia la indulgencia, en su primer balance dejó abierta la posibilidad a que parte de la concurrencia -excluidas las víctimas del engaño y la confusión generada por la prédica constante de los medios de prensa opositores que le desdibuja la realidad- haya podido tener reclamos atendibles en función de una mirada distinta acerca de las necesidades y los problemas a resolver, sus matices, las prioridades y las formas. ¿Por qué no? Y siempre favorable a todo aquello que pueda resultar edificante, sugirió que, de ser así, sería bueno que el kirchnerismo se plantee el reto de interpretar y atender aquellos reclamos que no signifiquen un cambio de modelo. No es cuestión de obviar que nadie puede pretender que modifique sustancialmente su rumbo, porque no por nada la Presidente ganó las elecciones por abrumadora mayoría; y nadie en particular es el otro 46 %, como quieren hacer creer desde donde se sabe, sino que el resto está representado sólo en alguna pequeña parte de ese porcentaje toda vez que se trata de una constelación de pequeñas minorías.
Por sobre todas las cosas, tampoco se puede obviar que la protesta no fue tan pacífica como la quieren “vender” los organizadores y ¿sponsors? Otra vez, como el 13S, por más que se esfuercen en ocultar, hubo quienes -y no pocos- prestaron su furia y sustituyeron la palabra por el insulto. Quizás en una escala mayor a la de los antecedentes, pero no es intención detallar los sucesos en esta oportunidad. Sí, en cambio, llamar la atención sobre el reciente título de tapa de una revista: “La rebelión de la clase media”; y recordar que la Real Academia Española define rebelión, así: “Delito contra el orden público, penado por la ley ordinaria y por la militar, consistente en el levantamiento público y en cierta hostilidad contra los poderes del Estado, con el fin de derrocarlos”. ¿Descuido en el uso de las palabras o deseo inconfesable?
Algo que da para pensar mucho…, y discutir..., como el comentario de una lectora de este blog. Ella nos recuerda que el artículo 22 de la Constitución Nacional, dice: "El pueblo no delibera ni gobierna sino por medio de sus representantes y autoridades creadas por esta Constitución. Toda fuerza armada o reunión de que se atribuya los derechos del pueblo y peticione a nombre de éste comete delito de sedición”; y agrega: “Con las conmemoraciones del 8N mencionadas y con los carteles que leí, sobre todo con respecto a la presidenta, habría que considerar si no estamos ante una apología del delito de sedición”. En este caso, finalmente es como ella sugiere: “La palabra la tiene un buen constitucionalista”.

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