martes, 29 de mayo de 2012

UNA PARTE DEL TODO

Si todos los caminos conducen a Roma, en Neuquén la ruta del cáncer lo haría al petróleo. A pesar que las autoridades sanitarias admiten que las enfermedades oncológicas son la principal causa de muerte en la provincia y en toda la región, nunca hubo un informe oficial sobre las causas de estas patologías; y tanto la iniciativa de hacer un censo de ese tipo de enfermos en Cutral-Có y en Plaza Huincul, como la de crear un registro provincial, nunca prosperaron. Sin embargo, la División Delitos Ambientales de la Policía Federal y el Laboratorio de Toxicología y Química Legal de la Corte Suprema de Justicia determinaron que en Añelo, localidad ubicada a 100 km de la capital provincial, en la que prima la actividad vinculada al petróleo, miles de habitantes presentan medidas alarmantes de mercurio, cromo y plomo en sangre, mientras que el agua del lago está contaminada 500 veces por arriba de los valores admisibles. Una lugareña, Cristina Cherqui, a quien años atrás le habían detectado metales pesados en la sangre, falleció el 16 de abril, a los de 55 años de edad. Ironía de la vida, murió el mismo día que en Buenos Aires se anunciaba el Proyecto de Ley que, entre otras cosas, disponía la recuperación del  control de YPF.
El de Cherqui no es el único caso consecuencia de los daños ambientales que producen las compañías petroleras. No lo es en número ni en tipo ni origen. Además de consecuencia de los daños ambientales, podría agregarse: de “sistemas que protegen intereses a costa de la integridad, seguridad y derechos de las poblaciones”, como resaltó recientemente el Observatorio de Conflictos Mineros de América Latina (Ocmal) respecto de esa otra actividad extractiva, la megaminería, que plantea conflictos que en cierta forma se emparentan con la anterior.
El hecho que en el período 2003-2007 la Argentina haya multiplicado por 7 la cantidad de proyectos mineros, permitió a Ocmal sostener que nuestro país “está inscripto en la carrera por convertirse en un país minero por excelencia”, y proyectar también la posibilidad de que “se insista en la criminalización de la oposición a la minería en un escenario de esfuerzos por profundizar el modelo extractivo”; algo que no parecería exagerado si se tienen en cuenta lo primero y lo sucedido en distintas protestas populares en el NEA, antiguas y no tanto, a contramano de la decisión tomada en la Casa Rosada de no reprimir la protesta social.
Otro foco de desencuentros pero en otras latitudes de “la Argentina profunda”, como gusta llamar la Presidente, son los bosques nativos conocidos como El Impenetrable, un área de 4 mill de hectáreas, protegido por Ley. Un pulmón del planeta. Greenpeace denuncia al gobernador del Chaco, Jorge Capitanich, por los desmontes para ganadería intensiva que están dejando sin hogar a especies animales en peligro de extinción y a campesinos e indígenas.
Y si de intereses privados al desnudo se trata, basta nombrar Libertador General San Martín, en la provincia de Jujuy, la localidad con el promedio de vida más bajo de América (43 años), en parte producto de las dolencias respiratorias que provoca el desecho de la caña de azúcar: el bogazo, pero donde nadie consigue un certificado médico que lo indique. Libertador General San Martín enclave del ingenio azucarero Ledesma, propiedad de los Blaquier; los dueños de la tierra, de la vida y de la muerte allí, como los definió recientemente la periodista Adriana Meyer.
En la mayoría de estos casos “el conflicto se presenta entre las políticas de crecimiento y desarrollo económico -en pos de construir una sociedad más equitativa-, y la protección del medio ambiente y de los pobladores de las localidades involucradas; incluidos el acervo cultural y las formas y medios de vida, como  Derecho”, como ya se dijo en “DE INVISIBLES A VISIBLES”. Y los intereses económicos privados tampoco son ajenos, aunque siempre o casi siempre se trata de protagonistas tras bambalinas. Hasta que se desenmascaran.
La razón de este tour es hacer un pequeño recorrido por distintas realidades de nuestra realidad global y comprender lo mucho que falta por hacer, por cambiar, por corregir. No para saltarle al cuello al Gobierno y luego cruzarse de brazos esperando a -o haciendo- que haga o caiga. Es reconocer que existen situaciones que avasallan Derechos con la connivencia de particulares, policía, justicia y política, según los casos, y que eso debe terminar. Pero que la construcción de soluciones demanda trabajo en conjunto, participación; y sinceridad a la hora de invocar el deseo de cambios en nombre del futuro.
Inclinarse por el proyecto en construcción no es ser rehén. No necesariamente es ser “K”.

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