viernes, 11 de mayo de 2012

FIN DE FIESTA

Declarar de interés público nacional el logro de autoabastecimiento de hidrocarburos, así como su explotación, industrialización, transporte y comercialización, es el fin primario que persigue la (ahora) Ley 26741, tal como lo indica el primero de sus artículos. Sin embargo, hemos visto que la expropiación de la mayoría accionaria de YPF monopolizó las notas relativas a su majestad el petróleo -argentino, en este caso- que se publicaron en la prensa escrita y las voces que se escucharon en el resto de los medios de comunicación locales desde hace ya casi un mes, como si aquella fuese el núcleo de la medida y no una consecuencia.
Obviando que la expropiación constituye un procedimiento de derecho público respaldado por el artículo 17 de la Constitución Nacional, el artículo 2511 del Código Civil, la Ley de Expropiaciones (Ley 21.459), el artículo 17 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y el Concilio Vaticano II -¡casi nada!-, así fue tratado el tema por los medios que abrieron las ventanas de la casa a los fantasmas de todo tipo.
Y no sólo eso. Es dable estimar que lo más importante en su intencionalidad fue eludir hacer mención a que la ley en cuestión significa el fin de la desregulación de los hidrocarburos. Al declararlos de interés público, impone límites a la aplicación de las leyes de mercado; es decir: fin de fiesta. Un fin de fiesta no sólo para Repsol sino para toda la actividad petrolera, independientemente de la empresa.
¿Y qué garantizaría esto? La recuperación del control de YPF.
Raúl Dellatorre, periodista especializado en Economía, ilustró claramente y sin ambages las consecuencias de la desregulación: “… estableció la libre disponibilidad del crudo extraído. En la práctica, las empresas petroleras se adosaron la libre disponibilidad de las reservas, al agotarlas sin preocuparse por su reposición. También se desreguló en esa etapa la distribución de la renta, al eliminar el tributo del 10 por ciento sobre el valor del crudo que ingresaba a refinería, que se destinaba a la construcción de represas hidroeléctricas. El impacto fue que por más de una década (hasta después de 2003) no se inició una sola represa, mientras que las petroleras se embolsaron 400 millones de dólares adicionales por año.” … “La libre disponibilidad del recurso fue responsable, además, de que desde la privatización (1993) hasta fines de la misma década se construyeran varios gasoductos, pero ninguno para el mercado interno. El país llegó a exportar un tercio de su producción…, al amparo de los remunerativos precios internacionales y mientras se agotaban las reservas
¿Hace falta más para justificar la decisión presidencial, avalada por casi todo el espectro político en el Congreso? Bueno…, la República Argentina pasó del autoasbastecimiento a tener que importar hidrocarburos por más de 9000 mill de USD el año pasado.
Resultaría atendible una defensa encendida de sus intereses por parte de quien (Repsol) de repente vio arruinado su jolgorio -aunque sin tener la razón, estaría gastando sus últimos cartuchos en defender un pingüe negocio-, pero no es entendible entre argentinos bienintencionados. De entrada no más pudo leerse: “La Presidenta dio un portazo al mundo”, y otros títulos y conceptos catástrofe de esa prensa de siempre; aquella que defiende más lo ajeno que lo nuestro independientemente de su indisimulado encono con el Gobierno.
Lo único más cercano a la verdad que escribieron ciertas espadas del periodismo anti-K es acerca del nivel de audacia de la Presidente, que a esta altura ya no debería asombrar a nadie. Aunque como no pueden con su naturaleza -e ideología-, dando rienda suelta a su cinismo lo asemejaron con el del ex Presidente Adolfo Rodríguez Saa, cuando en vísperas de la Nochebuena de aquel diciembre negro del 2001 anunciaba la cesación de pagos de los compromisos externos de la Argentina.
En el Día del Himno Nacional Argentino, a todos esos periodistas EL GUARDAFARO les regala la letra completa de nuestra canción patria en TE CONTESTO. Quizás les haga bien.

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