viernes, 13 de septiembre de 2013

NO ES LO MISMO (2)

No hay verdades únicas ni luchas finales, pero aún es posible orientarnos mediante las verdades posibles contra las no verdades evidentes y luchar contra ellas. Se puede ver parte de la verdad y no reconocerla. Pero es imposible contemplar el Mal y no reconocerlo”.
Buena observación para la época que nos toca transitar, repleta de circunstancias tan complejas que por momentos se hace difícil de dimensionar y comprender en toda su magnitud, a punto tal que pareciera requerir glosas para decodificarla y no perdernos en el enredo. La memoria suele traicionarnos con laberintos y trampas de olvido.
Buena observación. Sí. Y ojala fuera tan sencillo como lo plantea su autor, el periodista y escritor catalán Manuel Vázquez Montalbán.
Los medios de comunicación podrían ser un contrapeso, aportar lo suyo. Pero eso no sucede cuando sus intereses no coinciden con los de las mayorías ni contribuyen al bien de todos. Más aún si encima se trata de medios de comunicación hegemónicos. Cuando las necesidades reales de identidad y destino del conjunto resultan tan notoriamente contrarias a sus intereses y a los de quienes representan, a los intereses de ese “Círculo rojo” al que hizo referencia Mauricio Macri, su aporte, entre otras cosas, consiste en esterilizar conciencias y contribuir a la desmemoria. Necesitan de ello para seguir actuando en otros planos.
Tómese por caso, como ejemplo, un escrito reciente de Francisco Balázs mediante el cual trae a recuerdo evidencias que, seguramente, habían sido olvidadas -incluso desconocidas- por muchos: imágenes del expresidente Raúl Alfonsín en la Sociedad Rural, bajo las prepotentes silbatinas e insultos que le prodigaron los productores agropecuarios; imágenes de un Raúl Alfonsín, discursando: “Yo les pido que lean el Clarín, que se especializa en titular de manera definida, como si realmente quisiera hacerle caer la fe y la esperanza al pueblo argentino. Si el pueblo de la Nación fuera lo que el Clarín dice que es, estaríamos todos destrozándonos entre nosotros”. Hoy, los mismos de ayer. Hace 25 años, lo mismo que hoy.
Entonces, hasta tanto no se equilibren las fuerzas comunicacionales -imprescindible para poder considerar satisfecho el derecho a acceder a una información diversificada, pluralista, adecuada y veraz-, la sociedad debe echar mano a recursos alternativos.
En tal sentido, como  buen literato que es, Eduardo Galeano afirma que “una literatura nacida del proceso de crisis y de cambio y metida a fondo en el riesgo y la aventura de su tiempo, bien puede ayudar a crear los símbolos de la realidad nueva y quizás alumbre, si el talento no falta y el coraje tampoco, las señales del camino”. Pero no sólo la literatura. Todas las formas de expresión, cualesquiera sean, y, desde ya, como muchos jóvenes lo están comprendiendo, la participación política; incluso cuando, como sostiene Juan Carlos Díaz Roig, “una fuerte tendencia de los medios de comunicación ha conseguido convencer a masas enteras que los culpables de todos los males, son los políticos y la política. Y que algunos políticos, con algunas actitudes, alimentan esta versión”.
Pero en este punto, una vez más, debe entenderse que no todo es lo mismo. Para que políticos y política no sean los culpables de todos los males, no debe dar todo lo mismo. No es lo mismo la especulación política que la construcción política.
Los ejemplos son notorios. Se declama diálogo, consenso, pero cuando la Presidente convoca oficialmente a hacerlo se dice que es una estrategia electoralista. No obstante, Gobierno y referentes de sectores empresariales y sindicales se ponen a trabajar; y avanzan. Se declama por ajustes impositivos en favor de los trabajadores, pero cuando Gobierno y referentes acuerdan elevar el mínimo no imponible del Impuesto a las Ganancias -desde hace añares considerado el más equitativo de los impuestos en el foro de Davos-, incluso a valores impensado para los adalides del “me opongo porque me opongo”, se dice nuevamente que es una estrategia electoralista; y hasta que el nuevo monto establecido no es suficiente. Se declama por gravar rentas financieras, pero cuando Gobierno y referentes acuerdan algo en tal sentido se dice que no hace falta y, otra vez, que es una estrategia electoralista; y, aunque finalmente logre aprobarse, hasta se vota en contra en el Congreso.
Mientras que la lista de especulaciones va quedando al descubierto, los hechos que producen las “estrategias electoralistas” se instalan en la vida real para beneficio de los ciudadanos. En definitiva, no seamos hipócritas, en todo proyecto político que se precie de ser tal anida una estrategia electoralista (si quiere llamarse así) a corto, mediano y largo plazo que le permita sostenerse en el tiempo para alcanzar el modelo de país que propone.
La construcción política bien entendida demanda correspondencia entre el decir y el hacer, aunque en ese hacer convivan diferencias y matices. Y hasta, ¿por qué no?, errores, que con seriedad y buena voluntad pueden corregirse. La especulación política sólo declama. 
La especulación juega a la política mientras que en la construcción política se trabaja.
No es lo mismo tener en claro el rumbo que no tenerlo.


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