miércoles, 4 de septiembre de 2013

EL CÍRCULO ROJO



El pensador, de Auguste Rodin
 ¿Por qué Fernando “Pino” Solanas antes del 11 de agosto se atajó diciendo que su coalición con Elisa Carrió para las elecciones de medio término tenía fecha de vencimiento en octubre? (después de conocer el resultado de las primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) ya no se lo escuchó más mencionarlo) ¿Por qué la semana pasada, camino a las legislativas, Hugo “Chupetín” Moyano dejó entrever la posibilidad de divorciarse después de octubre de su circunstancial aliado político? ¿Por qué Mauricio Macri dijo el lunes que el acuerdo con el intendente de Tigre, Sergio “Pies de barro” Massa, se termina en octubre?
Tomando cada caso por separado las respuestas son variadas, pero hay una en común: los armados se forjaron en el mismo yunque. Aunque cada uno a su manera y con un discurso ¿propio? todos compartieron el fin de unirse contra el kirchnerismo; tácita o explícita, la única propuesta concreta de las campañas de la oposición en las PASO. Algo que ya se dijo, como también y desde siempre se hizo respecto de la vaciedad de la oposición, su desconcierto frente a un oficialismo arrollador, su falta de proyecto político y la consecuente permeabilidad que la afecta. Como se vienen denunciando presiones y estrategias del poder fáctico; un poder que, como bien dice Luis Bruschtein en su última columna semanal, pretende que el poder político"hilvane su interés económico con otros reclamos, encontrar puntos de identificación y hacer que ese interés particular tome la forma de un interés común”. Y este espacio agrega: ya no para frenar sino para interrumpir el proyecto de transformación puesto en marcha en 2003.
Hace un par de días el máximo referente del partido Propuesta Republicana (PRO) comentó -¿porque se le escapó o por despecho?- que un “Círculo rojo” presionó para ese objetivo -aunque uno íntimamente puede pensar que no hacía falta demasiada presión, ya sea por convicción de unos, defección de otros, oportunismo de algunos y vulnerabilidad del resto- y de la misma manera forzó su acuerdo.
El revuelo no se hizo esperar; un revuelo que, en realidad, a la luz de lo dicho antes, no deja de sorprender. ¿A quién alarman las declaraciones del Jefe de Gobierno porteño? ¿Qué dijo  que sea nuevo o  impensado? ¿Qué cosa que no se sabía, o mínimamente intuía, develó? Las suyas fueron palabras que no hicieron más que ratificar todo lo que, en menor o mayor medida, de una u otra forma, ven aquellos que tienen la voluntad de ver. Y se dice, por lo menos aquí.
Además, Cristina Fernández de Kirchner ya lo había advertido solapadamente cuando habló de “titulares y suplentes”. ¿A quién pensaban que se había referido la Presidente? ¿Y a quién pensaban que tildaba de titular y a quién de suplente?
En todo caso, lo más novedoso resulta ser cómo los llamó: Círculo rojo. Bastante sugerente, por cierto. Basta con buscar los antecedentes de una denominación similar para darse cuenta de qué se trata.
Los que deberían alarmarse son quienes integran ese “ámbito de personas influyentes”, como los califica solemnemente Jaime Durán Barba, excedido en respeto para el gusto de quien escribe. Quedaron al desnudo. Ahora ya no pueden negar la existencia de su pseudologia ni las intenciones que los movilizan.
Al resto le cabe reflexionar sobre todo esto. Algo que debería haber hecho hace un tiempo.


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