martes, 12 de junio de 2012

LUCES DE ALARMA

Si en el último post mencionamos que el 7 de junio pasado también fue un día de reivindicaciones para el periodismo, y no profundizamos en ellas, se debe a que aquella vez en este espacio priorizamos el carácter festivo de ese día. Pero no vaya a creerse que festejar el Día del Periodista implica ignorar o minimizar la crisis que atraviesa la actividad, global y localmente.
Cuando hablamos de un día de reivindicaciones, nos ubicamos en el plano “del aquí”. En nuestra realidad actual, que no es exagerado decir que enciende varias luces de alarma.
Resulta tan notable como lamentable que las empresas periodísticas, desoyendo fallos judiciales en su contra, no restituyan en sus puestos a trabajadores indebidamente despedidos, impidan su organización sindical, no cumplan con lo establecido en los Convenios Colectivos de Trabajo que rigen la actividad ni respeten las paritarias. Resulta notable pero para nada extraño viniendo de empresas que se resisten a cumplir con lo legislado en materia audiovisual o que, por su condición monopólica en el mercado del papel, tienen prácticamente en un puño al resto de los medios de la prensa escrita. Y ni hablar de las formas en que accedieron a ese último estadio de preeminencia -y otros-, sin ética ni pudor.
Prepotencia natural en ellas, a la que nadie antes se atrevió a poner freno. Y hoy, pese a que los aires políticos han cambiado y las condiciones les son más desfavorables a los factores de poder acostumbrados a hacer lo  que se les viene en gana, quienes tendrían que poner semáforo rojo a la prepotencia hacia los trabajadores de prensa, las organizaciones sindicales, actúan cuando menos con tibieza. ¿Será que también está en crisis la representatividad real de esas organizaciones? Probablemente sí, porque la comunidad de periodistas no escapó al parteagua que significó desde su asunción el kirchnerismo.
En tal sentido, resultan irrefutables estas líneas escritas recientemente por Eduardo Aliverti: “(desde que) el kirchnerismo decidió enfrentarse a la última vaca institucionalmente sagrada: los grandes medios de prensa ... cada programa periodístico, cada portada de diario, cada copete de cada título, cada columna, cada entrevistado, cada boletín informativo, se rige por el lugar de batalla política que escoge cada protagonista mediático. Vale para los dueños y para los periodistas individualmente considerados”.
Que los periodistas se posicionen políticamente no está mal, porque en ese sentido este momento obliga a cada uno a desnudarse. Aunque eso moleste a los amantes de los grises. Lo malo es cuando se cree en -y se ejerce- el vale todo; cuando se recurre a la deshonestidad en las prácticas periodísticas, sean cual fueren sus manifestaciones, para sí y/o para sus amos. Y es lo que de un tiempo a esta parte viene sucediendo, enrareciendo el ambiente y, por sobre todas las cosas, envileciendo la profesión.
El ambiente que se percibe últimamente, enrarecido por ciertos sectores reaccionarios, enemigos de la convivencia democrática que a falta de capacidad para dirimir diferencias a través del debate de ideas recurren a la violencia –es decir, los sin argumento-, también hizo su aporte para que el Día del Periodista tuviera un rasgo diferente: el rechazo a las agresiones verbales y físicas que se han sucedido en varias oportunidades durante las dos últimas semanas, sufridas por trabajadores de prensa; rechazo que fue moneda corriente en los actos que se hicieron y los comunicados que emitieron los sectores políticos y gremiales y otras organizaciones.
Esos ataques al libre ejercicio de la profesión estuvieron frescos en la memoria durante la celebración. Tan frescos que también hubo una pequeña movilización en repudio.
No todo fue festejo en el Día del Periodista; y no vendría mal que el periodismo preste atención a todas las señales de alerta que se vienen encendiendo puertas adentro.

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