viernes, 19 de abril de 2013

LOS TITIRITEROS

Si se diera una situación turbulenta e inmanejable, dentro o fuera del chavismo sin Chávez, “el problema para Sudamérica será monumental”, sentenció post muerte del líder de la Revolución Bolivariana el Director del Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Di Tella, Juan Gabriel Tokatlian.
Situación turbulenta, hubo; inmanejable, por ahora -y esperemos que por siempre-, no.
La prueba de lo primero: ocho  muertos y decenas de heridos el día después de las elecciones en las que Nicolás Maduro se alzó con las presidenciales por ajustada diferencia respecto del opositor Henrique Capriles. La prueba de lo segundo: al momento en que este post es subido a la Web, Maduro ya asumió. Y lo escoltó simbólica y tácitamente la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR).
Simbólica porque, a menos de 24 horas antes del acto de asunción, los mandatarios de los países que la integran se reunieron y se pronunciaron categóricamente, en pleno (1), respaldándolo, a través de un documento de cinco puntos: felicitación al pueblo venezolano por la elección del 14 de abril y al Presidente electo; exhortación a respetar y reconocer los resultados emanados por el Consejo Nacional Electoral; reafirmación que los reclamos deben realizarse dentro del ordenamiento jurídico correspondiente; llamamiento a deponer toda actitud y acto de violencia que ponga en riesgo la paz social del país, e invocación al diálogo y a preservar el clima de tolerancia; designación de una Comisión para acompañar la investigación de los hechos violentos del 15 de abril. Y tácitamente al hacerse presentes hoy, en el acto de Caracas (Venezuela), todos o gran parte de los mandatarios que signaron anoche ese documento en Lima (Perú). En suma, dos gestos que hablan a las claras del espíritu que mueve en la última década a Sudamérica: trabajar por -y lograr- la retardada integración de los países latinoamericanos; y que nada ni nadie vuelva a intentar quebrar el orden institucional de ninguno de ellos y/o a entrometerse en sus asuntos internos.
Alguna parte de eso último falló con Paraguay en 2012, lamentablemente. Pero no todo es pérdida. Ayudó a sumar conciencia. Justamente ese antecedente junto a otros anteriores (2), tanto por el “contra qué y quiénes” como por el “cómo” en cada caso, revelan cuánto molestan ciertos caminos que soberanamente han decidido transitar varias Naciones de este continente, coincidiendo en tiempo. Caminos resistidos desde afuera y desde adentro de la región. Desde afuera, los titiriteros que, entre otras cosas, se quedan sin usufructuar las venas abiertas de América Latina (parafraseando el título que Eduardo Galeano le dio a una de sus obras literarias). Desde adentro por quienes ven afectados sus intereses, grandes o pequeños. Grandes intereses, los de otros titiriteros, otrora de la historia (3); y hoy de la resistencia. Menores, los de muchos de quienes interesada o estúpidamente se hacen eco de esta última.
Obviamente, quedan excluidos aquellos que pueden tener sus discrepancias con el Gobierno en cuanto a las necesidades y problemas a resolver, sus matices, las prioridades y las formas, y canalizan esas diferencias con madurez cívica y responsabilidad.


(1) Cristina Fernández de Kirchner, por Argentina; Dilma Rousseff, por Brail; José Mújica, por Uruguay; Sebastián Piñera, por Chile; Evo Morales, por Bolivia; Juan Manuel Santos, por Colombia; y Ollanta Humala, por Perú. Rafael Correa, de Ecuador, no pudo asistir por encontrarse en el Vaticano entrevistándose con el Papa.
(2) Venezuela, en 2002; Honduras, en 2009; Ecuador, en 2011.
(3) En este sentido bien vale recordar este concepto de Raúl Scalabrini Ortiz: “Todo lo que nos rodea es falso e irreal, falsa la historia que nos enseñaron, falsas las creencias económicas que nos impusieron, falsas las perspectivas mundiales que nos presentan, falsas las disyuntivas políticas que nos ofrecen, irreales las libertades que los textos aseguran” (en Política Británica en el Río de la Plata, 1940).

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