martes, 18 de septiembre de 2012

A PESAR DE

El carril por donde circula una parte de la discusión política en la Argentina de este tiempo y, por cercanía temporal, el recuerdo de aquella sinrazón del 16 de septiembre de 1976, capítulo de la instalada por la dictadura de la época, nos inducen a pensar por estos días el devenir socio-político de nuestro país en términos de juventud.
En un extremo, la memoria de diez almas adolescentes. Los estudiantes platenses secuestrados y torturados por la “impertinencia” de reclamar un boleto estudiantil gratuito; estudiantes que fueron conducidos al Pozo de Banfield (1), centro clandestino de detención y tortura que funcionó entre noviembre de 1974 (gobierno democrático ¡¿…?! de Estela Martínez de Perón) y octubre de 1978.
¿Se imaginarán los “cacerolos” reclamando libertad por lo que fuera en aquella época, o cualquiera otra de todas las cosas que reclamaban sin consigna unificadora el jueves pasado? Aunque quizás les hubieran servido de salvoconducto las pancartas exhibiendo la cruz esvástica que portaban algunos; o el pañuelo blanco con inscripciones que parodiaban al de las Madres de Plaza de Mayo, que lucían otras; o algunas de las múltiples formas de manifestación (escritas, verbales, cantadas) de odio, insultantes, provocativas, que la base de operaciones de las corporaciones no mostró en la pantalla ni en el papel. Y nada pasó. Ni infantería ni carros hidrantes ni represión. Pudieron decir y mostrar las barbaridades que dijeron y mostraron –no todos, obviamente- sin impedimento ni limitación alguna, como contrariamente ellos reclaman cuando se trata de alguna protesta social. Gozaron de la seguridad de cuya inexistencia se quejan.
En cambio, de aquellos diez jóvenes de otrora, que a diferencia de la histeria anterior reclamaban un boleto, solamente un boleto…, sobrevivieron sólo cuatro. Seis dejaron depositada su primavera en el umbral de la primavera del ’76.
Cualquier rémora resulta inútil. La Noche de los Lápices permanecerá viva en la memoria aunque la Iglesia a través de alguno de sus representantes (Monseñor Aguer) pretenda ocultarla con la prohibición de cualquier acto conmemorativo en el Colegio San Carlos Borromeo, de la ciudad donde estudiaba esa muchachada de entre 14 y 18 años. Esa misma Iglesia que hasta ahora se resiste a un mea culpa a pesar de las pruebas documentadas que van acumulándose, transformando a aquella dictadura en cívico-militar-eclesiástica. Aunque todavía pocos se atrevan/quieran llamar las cosas por su nombre.
En la provincia de Buenos Aires, desde 1998, por Ley Nº 12.030, cada 16 de septiembre se conmemora el Día de los Derechos de los Estudiantes Secundarios. Y las escuelas deben promover clases alusivas a ese día y fomentar la reflexión en torno a la democracia y los Derechos Humanos.
En el otro extremo, el exclusivamente actual, se ubica la discusión por facultar o no a la juventud para ejercer más tempranamente el derecho cívico de participar en la elección de sus representantes, en el marco de una clara política de ampliación de derechos llevada adelante por el Gobierno. En este tema, al igual que en otros, como en todos los tiempos, para unos la juventud pareciera resultar un pecado capital y para otros una bendición. Para los primeros, en realidad, en este caso, el verdadero pecado capital se llama: política. De esto hablaremos en otro momento.

En OTRAS VOCES encontrarán el homenaje de Marina Gavial a Francisco López Muntaner, María Claudia Falcone, Claudio de Acha, Horacio Ángel Ungaro, Daniel Alberto Racero, María Clara Ciocchini, Pablo Díaz, Patricia Miranda, Gustavo Calotti y Emilce Moler; aquellos estudiantes secundarios secuestrados por las Fuerzas Armadas en la que se conoce como La Noche de los Lápices.


(1)  Los registros dan cuenta del paso por el Pozo de Banfield de más de 300 personas, de las cuales casi 100 continúan desaparecidas -varias fueron liberadas, posteriormente asesinadas-; registros que dan cuenta también de mujeres que dieron a luz, cuyos hijos fueron apropiados y continúan sin ser identificados.


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