martes, 28 de febrero de 2012

ENTRE RESPUESTAS Y DECISIONES

El miércoles 22 las circunstancias marcaron la agenda. Ni el Gobierno ni sus detractores. Las circunstancias, vestidas de tragedia. Aquella que apagó 51 almas en la terminal ferroviaria quizás más populosa.
El miércoles 22 quedó al desnudo la pereza. Ya no sirve escudarse en “la pesada herencia” menemista que malvendió el patrimonio público; y la red ferroviaria como parte de él.
Tampoco sirven las voces tratando de justificar la injustificable. La imbecilidad, que no se toma licencia ni aún en casos extremos, se hizo presente en forma de palabra y sumó indignación a la ya generada por los hechos. Lamentable.
También resultó penoso escuchar en estos días de consternación cómo algunas voces se mostraron, -y seguramente se seguirán mostrando hasta que otra noticia gane los titulares- indignadas ante lo sucedido, montadas sobre la muerte y el dolor de los deudos; sobre todo cuando se trata de aquellas que otrora alentaban a doña Rosa a apoyar lo que terminó en desguace del Estado y hoy denuncian un Estado ausente. Hipocresía extrema.
Ni hablar de los desmanes en la estación que protagonizó algún puñado de… ¿desestabilizadores?
Y no faltaron quienes pretendieron ver -y hacer ver- en la retracción de la aparición pública de la Presidente en estos días un gesto de preservación personal y de desvinculación de los hechos. Habladurías. La gravedad extrema de lo ocurrido requiere peritajes, auditorias y análisis concienzudo que brinden respuestas prontas y concretas. No hay lugar para  la especulación ni la charlatanería. Lo impone el respeto a los familiares de las víctimas y a la población.
No humillemos a los cuervos o a los buitres", pidió la Presidente en un acto oficial, queriendo decir que no se debería tildar de tales a quienes trataron de aprovecharse de la situación con palabras y en hechos. Si no cuervos o buitres, carroñeros.
 Comienza una nueva etapa del desafío para esa mujer, sin cheques en blanco pero con el guiño claro de un pueblo que le pide que siga por la misma senda”, escribí cuando Cristina Fernández se alzó con el 54,1% de los votos en octubre de 2011. Ante lo sucedido, no haberle otorgado un cheque en blanco es lo que le permite a la ciudadanía interpelar al Gobierno y exigir replanteos. La tragedia del convoy 3772 le puso un límite a la postergación del que debe hacerse en materia de transporte público. Es de esperar que sea infranqueable.
Haberle otorgado a la Presidente el guiño para seguir por la senda, con el modelo de transformación, avalaría las implicancias de las decisiones a tomar. Sean esas cuales fueran entre las posibles y necesarias, surgidas no de una mirada que contemple sólo el resultado económico del servicio ferroviario sino desde la consideración del beneficio social que aporta o debería aportar; que supo aportar hasta su desmantelamiento. En ese caso hará falta consenso social y político, como en cualquiera de los demás casos de definición del país que queremos.
Los enemigos del Estado deberían mirar experiencias como la del actual verdugo del que se vale el neoliberalismo: Alemania, que exige ajuste rabioso fronteras afuera mientras protege lo suyo en este aspecto sin importarle la Caja; o la de la gestión pública de Railtrack, en Inglaterra.
Mientras tanto, los damnificados son los únicos habilitados en hacer catarsis como primer desahogo. Eso también se vivió. Comprensible. Tienen derecho. Pero es de esperar que nadie reedite la experiencia Blumberg, como es de esperar que aparezcan las respuestas, se determinen los responsables y sus culpabilidades, se castigue debidamente y se de el golpe de timón que hace falta. Si esto último no sucediera se verá legitimado aquel cartel de la estación, que rezaba: “Peligro. Corrupción sin frenos”.
Luego será la hora de definiciones de largo plazo.


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