martes, 21 de febrero de 2012

DE INVISIBLES A VISIBLES

La resistencia a la carretera Villa Tunari-San Ignacio de Moxos que pretende construir el gobierno boliviano, corredor bioceánico que permitiría conectar Chile con Brasil atravesando el Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure (Tipnis) -declarado intangible por ley-, y, en nuestro país, el debate sobre modelo de minería a cielo abierto que se viene como consecuencia de las protestas populares en Famatina (La Rioja) y Andalgalá, Belén y Tinogasta (Catamarca), son casos que confirman lo dicho en “LA TIERRA QUE ENTUSIASMA  (Parte II)”: en América del Sur estamos asistiendo a coincidencias notables.
En aquella oportunidad el ejemplo fue la visión sintónica que tienen de la educación y el conocimiento los gobiernos nacionales argentino y uruguayo; coincidencia que lejos está de ser la única que se manifiesta en el continente.
En esta ocasión, ambos casos, cada uno con sus características particulares, son claro ejemplo del choque que puede darse entre la voluntad política y la voluntad de los pueblos. En el caso argentino, el conflicto se plantea entre las políticas de crecimiento y desarrollo económico -en pos de construir una sociedad más equitativa-, y la protección del medio ambiente y de los pobladores de las localidades involucradas; incluidos el acervo cultural y las formas y medios de vida, como  Derecho.
¿Puede entusiasmar el choque entre la voluntad política y la voluntad de los pueblos? Sí, siempre y cuando esas tensiones se resuelvan adecuadamente, sin caer en posturas autoritarias ni fundamentalistas. Siendo así, no resulta desacertado interpretar este acontecimiento como un incipiente corrimiento de una democracia exclusivamente representativa hacia una más participativa; es decir, el perfeccionamiento de la práctica democrática, su maduración. ¡Eso es lo que entusiasma!
Entusiasma porque una democracia participativa supone ciudadanos atentos y comprometidos, mucho más que en un pasado no muy lejano, ya no meros espectadores totalmente a merced de las decisiones de quienes se presume que los representan.
En nuestro país los emprendimientos mineros suman alrededor de 50, favorecidos por el Código de Minería sancionado en 1994. ¿Es casualidad que nunca antes de la era “K” haya salido a la luz el tema de la megaminería? No, si hoy hay ciudadanos más atentos y comprometidos, dispuestos a interpelar, se debe a que la Argentina del 2012 vive “una democracia, bajo el giro histórico que le imprimió el kirchnerismo, que recuperó la memoria de la igualdad y de la participación y que volvió a hacer visibles a los invisibles”, en palabras de Ricardo Forster, de Carta Abierta. Asimismo, no desvaloricemos el hecho que “desde que Néstor Kirchner llegó al gobierno, rechazó la represión como medio de dirimir las protestas sociales”; y eso ayuda.
Convengamos que esta maduración del ejercicio democrático, que requiere de verdadera vocación de tal, impone contar con habilidad suficiente para encontrar el equilibrio, soluciones de compromiso que satisfagan derechos, necesidades y aspiraciones de los intereses en pugna. “Pruebas de fuego para los gobiernos populares, que deben refundar su legitimidad permanentemente en el ejercicio de una vasta conversación que se hace de conflictos, tensiones, discusiones y acuerdos”, escribió recientemente María Pía López, también de Carta Abierta. Un verdadero desafío, como el de enfrentar y neutralizar los embates de los nostálgicos de “épocas mejores” en las que no primaba el sabor popular.
La megaminería no es el único tema de postergada discusión que demanda nuestro país. Seguramente que tampoco lo es el caso boliviano referenciado, ni que sea en ese país únicamente en donde chocan las voluntades. Quizás sí sean estos los ejemplos de mayor actualidad en los albores de esta tendencia regional. Valgan como tales, apreciemos el privilegio de contar con estos nuevos aires y transitemos este momento histórico con  responsabilidad. Otros pueblos, aun los de los países centrales, reclaman ser visibles.

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