martes, 8 de noviembre de 2011

LAS FUERZAS MORALES (Parte IX)

En el siguiente subcapítulo José Ingenieros habla “DE LA JUSTICIA”, acerca de la cual considera que “tiene un valor superior al de la ley”. Sostiene que, mientras que “las leyes pueden ser injustas”, “lo justo es siempre moral”. Justifica así que concibe la justicia como la “cúspide imaginaria de la moralidad” y, a la vez, “el equilibrio entre la moral y el derecho”.
No resulta extraño que sostenga que las leyes puedan ser injustas, si se tiene en cuenta que para él “la experiencia social es incesante renovación de conceptos, normas y valores” (Parte I). En el constante devenir del tiempo hay normas jurídicas que pueden tornarse injustas.
El autor aborda el tema también desde otra perspectiva, cuando objeta severamente todo privilegio indebido. Considera que la injusticia implícita en ese tipo de privilegios trastoca los valores sociales. Por el contrario, “el hombre justo se inclina respetuoso ante los valores reales; los admira en los otros y aspira a poseerlos él mismo”. Aunque admite que ese hombre necesita contar con una firmeza inquebrantable; debe ser estoico -dice-, siempre y con todos, consigo mismo y con sus allegados. Y en tal sentido, remata: “La complacencia con las propias debilidades constituye la más inmoral de las injusticias”.
José Ingenieros afirma que las sociedades son carcomidas por la injusticia cuando los hombres pierden el sentimiento del deber; y esto último -plantea, en clara oposición a los privilegios- sucede cuando los hombres sienten que todo esfuerzo pierde sentido porque en la sociedad en la que viven la jerarquía es independiente del mérito.
Resultaría interesante detenerse a pensar / debatir si son solamente las injusticias las que pueden carcomer las sociedades; o si cualquier cosa que pueda carcomer a una sociedad resulta ser, en esencia, una injusticia; y, en este último caso, si el universo de ocurrencias sociales, políticas y económicas terminan reducidas al binomio justicia-injusticia. Pero no es el caso. Aceptemos el hilo conductor de la línea argumental elegida por el autor, así como que recueste sólo en la injusticia la pérdida del sentimiento del deber, entendiendo a éste como el trabajo y el estudio. En este último caso, recuérdese que José Ingenieros da mucha importancia a ambas cosas; atribuye al trabajo la condición de deber social (Parte VII) y boga permanentemente por la capacitación.
El autor presenta otro costado del tema cuando diferencia entre los hombres justos y los caritativos, a quienes cataloga de débiles. Entiende que “detrás de toda caridad existe una injusticia”. Evidentemente nos hace transitar por un camino sinuoso toda vez que, tomado este subcapítulo como compartimento estanco, sin tener en cuenta el próximo, puede confundirse la caridad entendida como limosna con la caridad entendida como solidaridad con el necesitado y/o los damnificados por una situación de injusticia.
En los momentos políticos que vivimos la confusión puede ser inducida para malinterpretar cuando dice: “el hombre justo quiere que desaparezcan, por innecesarios, el favor y la caridad”. La frase, en la pluma del autor, hace referencia al deseo que desaparezcan los motivos que desembocan en caridad. La injusticia. No por nada el segundo parágrafo lo termina, diciendo: “Loados los que conciben más justicia, los que por ella trabajan, los que por ella luchan, los que por ella mueren”.

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