viernes, 21 de octubre de 2011

LAS FUERZAS MORALES (Parte VIII)


Seguidamente a “DE LA SIMPATÍA” -el tema tratado en esta oportunidad- José Ingenieros aborda los de justicia y solidaridad, en sendos subcapítulos. En ese orden y vinculando entre sí la terna, construyendo un bloque conceptual como en los demás capítulos que integran la obra.

En sintonía con su compromiso ideológico y en función del bloque conceptual al que se hizo referencia, en este caso se ocupa de la simpatía entendida más cercanamente a su definición desde la ciencia Física [1], trasladado a lo social, que como aquella característica que hace agradable a un individuo y que define como simpatía física. En tal sentido, afirma: “la afinidad de anhelos, de creencias, de esperanzas acerca los caracteres y los hace simpatizar”. Y es esa afinidad la que, para él, hace más firme a la simpatía, dado que es “la que arraiga en la comunidad de ideales”. ¿Qué son anhelos, creencias y esperanza sino componentes de los ideales?

El autor vuelve a hablar de 2 tipos de personas, como en otras oportunidades. Esta vez con relación al tema en cuestión. Diferencia aquellos que “están inclinados a -o tienen la capacitad de- simpatizar con los demás”, de los que no. A los primeros los considera “los mejores instrumentos de la armonía social” e identifica en los segundos el origen de la intolerancia y el odio, causa por la cual los descalifica. Descarga sobre ellos un indisimulable menosprecio, como siempre lo hace con quienes escapan a la moralidad que pregona.

De los inclinados a simpatizar con los demás sostienen que “saben comprender las tendencias homogéneas”. En cambio de los otros, de los que “no pueden sentir simpatía ni despertarla”, aquellos a los que en algún momento califica de suspicaces, dice que “viven escudriñando lo inconciliable de los caracteres” y que “están condenados a sembrar la discordia y a sufrir de ella”. Y los más duros conceptos se los dedica en el siguiente pasaje: “Son escorias sociales los que viven de la hipocresía o esparcen la calumnia, los que fingen o mienten, los que ocultan una partícula de la verdad que saben para obtener una prebenda o un beneficio, los que alientan la indignidad ajena o no se avergüenzan de la propia”; palabras que pueden resultar conocidas, toda vez que, oportunamente, el párrafo fue mencionado aquí, en una de las notas de la serie “TEMBLADERAL EN LOS MEDIOS”.

Cuando José Ingenieros escribe: “no se tolera al que no se comprende, no se ama al que no sabe comprender”, condiciona la capacidad de simpatizar con otros a la de comprender. Y por transición anticipa la vinculación de la primera con la justicia. “Juzgar a los hombres sin comprender sus móviles, sus sentimientos o sus ideales constituye una falta de moralidad”, dice.

Condicionar la simpatía a la comprensión es un aspecto interesante de su planteo si se tiene en cuenta que, a su vez, considera a la solidaridad -otro integrante del bloque conceptual bajo análisis- como un grado  evolucionado de la comprensión, en la que ésta tiende a hacerse colectiva.

También sostiene: “el más alto ritmo de la simpatía es la admiración”, argumentando: “al admirar reconocemos que lo admirado se acerca a nuestro ideal”, para finalmente cerrar este primer círculo instando a quienes está dirigida su deontología, los jóvenes: “aprendan a comprender y admirar, porque la admiración de lo superior estimula el deseo de igualarlo”.





[1]              Relación entre dos cuerpos o sistemas por la que la acción de uno induce el mismo comportamiento en el otro

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