martes, 4 de octubre de 2011

LAS FUERZAS MORALES (Parte V)

Puede decirse que los 3 parágrafos que integran “DE LA VOLUNTAD” complementan el subcapítulo “DE LA ENERGÍA”. No se puede pensar en poner energía al hacer algo si a ésta no la acompaña la voluntad de la concreción.
Siguiendo el hilo conductor implícito en los conceptos de esta obra de José Ingenieros, cómo no pensar en la necesidad de una férrea voluntad para poner toda la energía necesaria en la consecución de los cambios que los ideales demandan ante una realidad que ya no conforma, si para lograrlos habrá que enfrentar “las resistencias inmorales que apuntalan el pasado” y a “bastardeados apetitos”.
El autor se refiere a la voluntad como firmeza de conducta, sin la cual –sostiene sentenciosamente, fiel a su estilo- no hay moral. Al llamar holgazanes a quienes “no  emprenden nada y pretenden justificarse desacreditando las empresas ajenas”, da por sentado la necesidad permanente de hacer. En función de su posicionamiento ideológico, un hacer íntimamente ligado al acrecentamiento de la justicia social.
Evidentemente, al decir: “Cruzarse de brazos ante un mundo moral que incesantemente se renueva, es suicidarse; es morir de sed junto a las fuentes de la vida”, como en muchos otros pasajes de su obra José Ingenieros hace de ese posicionamiento ideológico un compromiso. Y tal es así que no acepta la vacilación ni el desfallecimiento. A la primera la define como la traición al pensamiento, y al segundo como su repudio.
Se pueden tomar 3 acontecimientos del ámbito nacional, relativamente recientes y bien definidos, disparadores de reacciones que constituyen claros ejemplos de lo que Ingenieros intenta transmitir aquí: marzo de 2008, cuando el Gobierno impulsó aquella medida que apuntaba al modelo agroexportador, la Resolución 125, y perdió la pulseada; junio de 2009, cuando el Gobierno recibió el revés electoral que debilitó su “pata” legislativa al perder un tercio de los cargos que se renovaban en ambas Cámaras; y octubre de 2010, cuando falleció el esposo y sostén en varios sentidos de la actual mandataria.
En cada una de esas oportunidades los sectores del poder fáctico, con los que el kirchnerismo viene lidiando desde un  principio, supusieron hendido al Gobierno. Con ello imaginaron el comienzo de una nueva era: la de la incapacidad del último para continuar con el proyecto de transformación del modelo político-económico o, por lo menos, para continuarlo sólo parcialmente y consensuándolo; es decir, condicionado. Y la respuesta fue…: más transformación. El Gobierno no sólo continuó con las políticas ya implementadas –p.ej.: de DDHH y de desendeudamiento-, sino que multiplicó y profundizó los cambios. Sumó la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, el regreso de los fondos previsionales a las arcas del Estado, la Asignación Universal por Hijo –que luego se amplió para alcanzar a las mujeres embarazadas- y muchas otras cuestiones más.
Allende el qué y el cómo, con los que se puede o no estar de acuerdo, total o parcialmente -e incluso con matices-, no puede dejar de reconocerse el compromiso del Gobierno con su proyecto; proyecto que responde a un ideal de país y compromiso que no es otra cosa que una fuerte voluntad de alcanzarlo; voluntad que se refleja en la energía puesta en la empresa.

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