miércoles, 19 de junio de 2013

DESNUDOS

Cuando el 25 de mayo pasado se cumplieron los primeros 10 años de gobierno kirchnerista, se generó un contrapunto entre oficialistas y detractores (no sólo opositores) respecto de cómo calificar esa década. Para los primeros, ganada; para los segundos, perdida / desperdiciada.
El diputado nacional Carlos Kunkel, obviamente, se ubicó en el lado optimista de la discusión. E hizo una observación interesante: aseveró que fue una década ganada, pero a su vez advirtió que no a las corporaciones; y habló de la necesidad de sostenerla en el tiempo. Se refería a las batallas cultural, intelectual y política que demanda y a diario libra el proyecto de transformación con el fin de lograr la consolidación del modelo de país que propone.
La hondura de la observación de Kunkel es bastante mayor a lo que a simple vista puede parecer. El proyecto de transformación está lleno de retos, en curso y por venir, y la consolidación del modelo no se agota en la defensa de lo logrado, evitando que en el futuro se pueda caer en la trampa de las conductas pendulares que desde siempre caracterizaron a este país -es decir, evitar que se pueda volver atrás-, sino que incluye seguir sumando. Sumar aquellas transformaciones por las que se está luchando y producir otras que aún restan.
De luchas de larga data, ya conocemos sobradamente. El caso quizá más emblemático es el de lograr la de la plena aplicación, todavía en veremos, de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (LSCA). Y de aquellas más recientes, la llamada democratización de la Justicia es la que este año ha dominado el escenario político, allende las elecciones que en breve tendremos por delante. Ambos casos, paradigma de las resistencias que genera la propuesta kirchnerista en determinados sectores de nuestra sociedad, generalmente abroquelados en distintas corporaciones.
El fallo de ayer de la Corte Suprema de Justicia, respecto de la ley relativa al Consejo de la Magistratura, es un ejemplo flamante entre aquellos en los que queda demostrado a qué se refería Kunkel. Un fallo que desde el oficialismo y varios otros que saben de cuestiones jurídicas definieron como mezquino, violatorio del espíritu de nuestra Constitución Nacional. “Que desvela los intereses corporativos por sobre la voluntad popular”, dijo alguno; y suena realmente así, como un fallo que deja al desnudo el espíritu corporativo que mueve a parte del Poder Judicial. A cierto sector enquistado en él. Sector que, entre otras cosas, ha impedido durante estos 30 años democratizar el Poder Judicial, porque hacerlo significaría perder la capacidad de operar como última trinchera de quienes siempre han ostentado el poder fáctico; trinchera desde donde poner límites cuando la expansión de derechos y el avance sobre la renta excede los que los poderes fácticos están dispuestos a tolerar. Es decir, gobernar al gobernante.
Pero no fue ese el único desnudo al que asistimos ayer. El presidente del Colegio de Abogados de la Capital Federal, Jorge Rizzo, autor de la demanda que terminó en el fallo que suspendió cuatro artículos de la norma en cuestión, aprobada por el Congreso, hizo lo propio con la oposición. "Gracias a Dios los abogados hicimos lo que los políticos (de la oposición) no quisieron o no supieron hacer, y ahora las listas (de candidatos a concejeros) se las van a tener que meter en el culo" (sic), fue una de sus expresiones; otra: “los dirigentes opositores hicieron un poquito de ruido el día de la votación (en el Parlamento), pero después se dieron cuenta que esto les convenía a ellos también".
Independientemente de lo que opinó el Dr. Rizzo, ellos festejan. Festejan el fallo por el sólo hecho que “el Gobierno perdió” (¡¿…?!). Festejan un fallo que, además de lo dicho, es un empujón más hacia la hasta ahora supuesta reforma constitucional, por la que se rasgan las vestiduras y bastardean con el tema de la re-reelección. Con sus festejos, especulaciones y bravuconadas quedan nuevamente al desnudo.
¿Qué deja ver su desnudez? La respuesta corresponde a cada uno.


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