Mientras
esa parte de la sociedad que no toma el problema de salud de Cristina Fernández
de Kirchner como una especulación política del kirchnerismo se mantiene
expectante, pendiente del regreso de la primera mandataria a la actividad
gubernamental, “la radio no descansa en su intención de demostrar que todo está peor, que
es una ingratitud este país del sur”. Y no sólo la
radio.
El
viernes que estrenamos nuevo mes, siete periodistas tuvieron su audiencia con
la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Allí plantearon su temor por la salud, no
de la Presidente sino de la libertad de
expresión. Lo mismo que aquí mienten en cuanta oportunidad les venga en gana y
en cuanto búnker (muchos, demasiados) los grandes multimedios locales que ahora
tendrán que aggiornarse, a los que
responden, les ponen a disposición; mienten y lo repiten con idénticas
restricciones (ninguna) con las que blasfeman; o fabulan con cualquier otra
cuestión.
Triste
el papel que hicieron, por ridículo. Vicente Battista supo ironizar sobre ello con
envidiable maestría en el artículo que se transcribe en OTRAS VOCES; aunque…, considerada
desde la perspectiva de la intención, nada tiene de “triste”. El calificativo resulta
benévolo. Saben perfectamente que nunca podrán decir de ahora: “una vez sufrí la
desventura del censor y su feroz censura”, por grande que sea el esmero puesto en forzar argumentos e impostar la
voz. Ni tampoco vanagloriarse diciendo: “hice
un bosque de palabras que ni siquiera su aguerrida fe consiguió vencer”,
porque la vida les y nos demuestra que “empecinada
va diciendo su verdad, dura y sincera”. Pase el tiempo que pase, cuando la
intención es noble y la tenacidad de roble, la verdad termina surgiendo.
Entonces… ¡por favor…! “no se envuelvan con banderas que escupieron con desprecio”. Hay pasados de los que la tinta y el celuloide no dejan escapar, condenan.
Son banderas que no sienten, muy distintas a las “de amor que el olvido nunca pudo ignorar, ni vencer”; y demasiado
iguales a las que enarbolan los escasos de convicción y excedidos de
oportunismo, las “voces disconformes de
este amor” que “dicen lo mismo que nuestra diestra en cuestión”. Voces
otrora camufladas. Veletas. Tal vez más peligrosas que la de los primeros.
“Para
ser veleta es necesario profesar el profesorado del purismo y criticar -siempre desde afuera y sin
mancharse el pantalón- a los que se embarran por hacer algo mejor de este mundo
hipócrita y su vieja concepción” … “No
hay enemigo más difícil de vencer que los que a siniestra parecieran compartir
y se sientan siempre a la diestra a digerir” ... “Yo conozco bien a esos tipitos y el sermón que preparan siempre que
presienten, como hoy, que está cerca el tiempo de cosechar todo lo sembrado a
fuerza de amar y sangrar” … “Lo peor
es no entenderlo, lo más triste es ignorarlo”. A este país le sobran
experiencias al respecto…
A
esta altura, el lector de este post
se preguntará de dónde son y a qué se deben los pasajes escritos en letra
cursiva y encomillados. Son una mixtura caprichosa de algunos versos de varias
canciones de la última creación, el álbum “Algún día…”, de “un loco que no deja de
buscar entre tantas luces, engañosas por demás, la dulce estrellita de la
libertad”: Víctor
Heredia, uno de los 331 nombres que figuran en esas listas negras que forman
parte de la frondosa documentación de la última dictadura
cívico-militar-eclesiástica, que recientemente se encontró sin que nadie la
buscara, cuando nadie lo esperaba. Por casualidad, en un sótano. La utilización
aquí de esas frases, ¿un homenaje? Póngalo en esos términos si lo desea; y
agregue: a la coherencia.
“Creo que está bueno
recordar lo que algunos quieren olvidar, aunque sea difícil de explicar toda la
violencia y el horror de los que escudados en su Dios crucificaron la paz con
mesiánica crueldad y ahora tienen que pagar” ... “Yo ya puse en mi balanza la
verdad y la mentira, una vuela y otra encalla como un barco en las salinas”.
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