martes, 13 de septiembre de 2011

LAS FUERZAS MORALES (Parte IV)

En los 3 últimos parágrafos del primer capítulo José Ingenieros hace hincapié en lo necesario que resulta la energía para alcanzar cualquier objetivo. Se entiende que con independencia de éste/estos. No se inmiscuye con el/los objetivo/s. Recuérdese que para el autor la experiencia social es incesante renovación de conceptos, normas y valores”; y los cambios, surgidos de renovados ideales, son producto de esa dinámica. Consecuentemente, los objetivos varían.
Nuevamente invoca a los ideales, a los que no basta con pensarlos sino que “hay que aplicar todo el esfuerzo a su realización -sostiene-. Y habla de pereza cuando no se pone la intensidad necesaria en ello (su realización), aunque advirtiendo que “energía no es fuerza bruta: es pensamiento convertido en fuerza inteligente. Pensamiento y acción son inseparables para Ingenieros; pensamiento sin acción, y viceversa, son inconducentes.
Al igual que en parágrafos anteriores, permanentemente juega en sus apreciaciones con los contrastes. Y remata el capítulo con un desafío: “Cada generación debe llegar como ola vigorosa a romperse contra la mole del pasado para hermosear la historia con el iris de nuevos ideales”, que suena más a imperativo, al agregar primero: “juventud que no embiste, es peso muerto para el progreso de su pueblo”; y más adelante:Los jóvenes que no saben mirar hacia el Porvenir y trabajar para él, son miserables lacayos del Pasado y viven asfixiándose entre sus escombros”.

Resumen.
José Ingenieros resume los conceptos del primer capítulo en la primera frase de cada parágrafo. Sin embargo, a modo de síntesis, para quien escribe puede ensayarse el siguiente arco conceptual:
·       Los ideales surgen de la fuerza moral que se inspira en el deseo de mejorar lo real. Y esto último gira alrededor de lograr la justicia social. Agrego: lograr la justicia social es lograr una Nación socialmente más justa, más equitativa, más solidaria; con mayor conciencia y responsabilidad social.
·       Dado que las fuerzas morales son modelables con el transcurso del tiempo, porque nacen, viven y mueren en función de las sociedades y su evolución, cada generación renueva sus ideales. En un perpetuo devenir. Y es la juventud la depositaria de esa responsabilidad en cada ocasión. No exclusiva depositaria, pero sí principal.
·       Hay que estimular a la juventud a que tenga ideales. Una sociedad que carece de ellos es una sociedad mediocre, que no piensa. Agrego: opaca, tan resignada como vulnerable.
·       Hay que estimular a la juventud a que se capacite. Un brazo vale cien brazos cuando lo mueve un cerebro ilustrado; asimismo, un cerebro vale cien cerebros cuando lo sostiene un brazo firme. Aunque ilustrarse no evita totalmente la posibilidad de equivocarse, impide apasionarse ciegamente. Agrego: y/o caer en la trampa de sofismas.
·       Hay que estimular a la juventud a que sea entusiasta. Por el envejecimiento espiritual y moral de las viejas generaciones, la juventud se enfrentará a bastardeados apetitos, a resistencias inmorales que apuntalan el pasado, y deberá contar con entusiasmo para abrir paso a los cambios que demandan sus ideales. Ideales sin entusiasmo son estériles. Agrego: si existe el entusiasmo los ideales se transforman en sed de cambios.
·       Hay que estimular a la juventud a que aplique todo el esfuerzo a la realización de sus ideales. Que éstos no queden en pensamiento, porque pensamiento sin acción es inconducente; lo mismo que actuar sin pensar. Agrego: para esforzarse or algo hay que desearlo, no anhelarlo. El anhelo implica una actitud pasiva, mientras que el deseo induce a una activa; habiendo deseo real y sincero habrá objetivos, y con ellos acción. Con relación a los ideales, el deseo real no es otra cosa que sed de cambios.
Es en este último punto donde José Ingenieros cierra un primer círculo; vuelve al punto “pensar”. Para el autor, la carencia de pensamiento se constituye en una de las peores carencias de una sociedad.

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