La
movilización se realizó y llega el momento de su análisis. Para ello es
necesario separar las apreciaciones del nivel (cantidad y tipo) de adhesión
alcanzada y el desarrollo de los sucesos respecto de las opiniones.
Tratándose
de los dos primeros aspectos (nivel y desarrollo), si existe honestidad
intelectual y periodística, el balance debe responder más o menos fielmente al
dato duro -es decir, a la realidad-; de lo contrario, sería hojarasca. En
cambio, tratándose de opiniones, lógicamente el asunto pasa al plano de la subjetividad.
Dependerá desde qué lugar y con qué intención se escriba; y la intensidad resultante
será proporcional al sesgo que inspire la pluma o la voz.
Quien
publicó la cifra más abultada, arriesgó que 20.000 personas dieron el Presente
en la Plaza de Mayo. Y hubo también quien habló de -vaya a saber uno si
valiéndose del “ojo de buen cubero” o con qué recursos informativos- 250.000 en
todo el país (Ciudad de Buenos Aires más 11 localidades de la provincia de
Buenos Aires y otras 19 del resto del país). EL GUARDAFARO no está en
condiciones de conjeturar si los números son ciertos o no, pero sí decir que, aún
si fueran exagerados, los movilizados apenas habrían superado el 0,5% de los
habitantes en cualquiera de los dos casos; porcentaje que sí convierte en exagerado
al twit de Francisco de Narváez: “La realidad muestra que el modelo se agota;
la movilización refleja que la sociedad también se agota”.
En
oportunidad del último encuentro EL GUARDAFARO apresuró el paso para evitar confusiones. Buscó
dejar previamente expuesta su posición contraria a las consignas (motivos) que
expresaban las cadenas de correos electrónicos con las que se convocaba a movilizarse
ayer. Consignas dispersas, porque no existió LA consigna. Fue un pout pourri, reflejo de aquel “escenario, en parte armado u operado y en
parte real, de conflictos cotidianos, invariables, pretendidamente asfixiantes”,
al que alguna vez así definió Eduardo Aliverti. Si fuera de otra forma, las
respuestas incluidas en el post
anterior a algunas de esas consignas no hubieran sido, como lo fueron en una
porción importante, recopilación y síntesis de temas ya tratados por este
espacio.
Pasado el evento es
dable agregar que, viendo y escuchando a los reporteados de la plaza y del Gran
Buenos Aires, no queda margen para disentir con lo que Luis Bruschtein escribió
hace un par de meses atrás: “hay un sector
de clase media que se muestra furiosa con las medidas que las salvaron de ese
calvario (en referencia al momento en que la clase
media estaba en la calle rompiendo cajeros automáticos y golpeando las cortinas
metálicas de los bancos). Resulta paradójico
que esa parte de la clase media, muy confundida también por una estrategia
mediática que siempre se benefició con las políticas de los ‘90, escupa al
cielo como si quisiera que volvieran esas políticas que la fundieron”; y recordaba que ese mismo sector de clase media: “respaldó el golpe del ’76, que la hundió con la tablita,
y se colgó del “voto cuota” con el menemismo, que la llevó al borde de la
extinción”.
Lo
de anoche fue un ingrediente más en el caldero donde se cuece la resistencia de
la prensa que desde hace tiempo se apoderó del rol opositor porque, entre otras cosas, al otro lado
del oficialismo carecen de representación por falta de propuestas que seduzcan
al grueso del electorado e insisten una y otra vez en subirse a una agenda
mediática guiada.
La
Plaza de Mayo es símbolo de sucesos mucho más relevantes que el de anoche. Fue
testigo de masacres, del nacimiento de luchas, reclamos y búsquedas honorables
y de grandes celebraciones.
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