En
mayor o menor medida, para bien o para mal y de una forma u otra,
históricamente, el Reino Unido tiene su lugar reservado en la mente de muchos
de nosotros. Por estos días, a sólo tres de su comienzo, debido a que allí se
desarrollarán durante 17 días los XXX Juegos Olímpicos de la era moderna. Se
supone que los Juegos Olímpicos de Londres 2012 capitalizarán
temporariamente la atención, desplazando, también temporariamente, las cuentas
pendientes que pudieran existir con Gran Bretaña; en nuestro caso, incluido Malvinas.
Londres
será la sede de esos juegos por tercera vez desde 1896; y a diferencia de
aquella primera redición de los Juegos Olímpicos Antiguos desarrollados en el
monumental estadio olímpico de Grecia, en los que participaron atletas de 11
países, esta vez se espera la asistencia de 204 federaciones nacionales
afiliadas al Comité Olímpico Internacional (COI) -del cual Argentina fue uno de
los países fundadores, en 1894- y atletas de las Antillas Neerlandesas que competirán
como Participantes Olímpicos Independientes.
También,
a diferencia de los 70.000 espectadores que -se estima- presenciaron aquella primera
redición, esta vez se calcula que serán un par largo de miles de millones las personas que accederán a verlos, gracias a la magia de la televisión. Este mega-evento
deportivo fue televisado por primera vez en 1960, cuando tuvo su sede en Roma.
Asimismo,
por primera vez en la historia de estos juegos se espera la participación de
mujeres en todas las delegaciones que disputarán medallas (había algunos países
árabes que hasta ahora no permitían su inscripción en las suyas); algo que
demandó 112 años, contados a partir de que la mujer se incorporó a la
competencia, haciéndolo en tenis y tiro con arco. Antiguamente, cuando se
jugaban en Olimpia en honor de Zeus y los
atletas competían desnudos y descalzos, exhibiendo sus cuerpos como símbolo de
perfección y dedicación, ni siquiera se les permitía presenciarlos.
Se
podrían incorporar a este post muchos
detalles de color de la historia de los Juegos Olímpicos y, seguramente, a
futuro podría hacerse lo mismo con los que se desarrollarán a partir del 27 de
este mes. Pero EL
GUARDAFARO
prefiere detenerse en que, originalmente, en la temporada de los juegos se
mantenía una tregua sagrada, dándosele al evento una connotación de paz y
armonía que no podía ser violada bajo ninguna circunstancia; algo que no siempre
fue respetado o imitado en la era moderna. Basta recordar los sucesos cuando se
realizaron en Munich (1972), Alemania, oportunidad en la que 11 atletas y un
policía resultaron muertos por una organización terrorista palestina; o cuando se
realizaron en Atlanta (1996), EEUU, oportunidad en la que tras el estallido de
una bomba en un parque dos personas resultaron muertas y más de 100 heridas.
Lejos
de pretender agitar el fantasma acerca de la posibilidad de actos extremos como
los enunciados, este espacio hace referencia a esos como introducción para destacar
el documento surgido de la 169° reunión de la UNESCO, celebrada en marzo de 2004, para cuando
los Juegos Olímpicos volvieron a celebrarse en su lugar de origen, Atenas. En
función del siguiente antecedente: “Teniendo
en cuenta la nueva realidad política que rodea al deporte y los Juegos
Olímpicos, el Comité Olímpico Internacional (COI) decidió revitalizar la
tradición de la tregua olímpica para preservar, en la medida de lo posible, los
intereses de los atletas y del deporte en general y contribuir a la búsqueda de
soluciones pacíficas y diplomáticas a los conflictos que asolan el mundo”, esa
organización decidió promoverla y respaldarla con en objetivo de “fomentar una cultura de paz y coexistencia
pacífica y reforzar las nobles misiones que la UNESCO lleva a cabo en favor del
progreso del hombre, la paz universal y el entendimiento entre los pueblos y
civilizaciones”.
“Progreso
del hombre, paz universal y entendimiento entre los pueblos y civilizaciones…” Recorriendo
la historia de la humanidad y teniendo en cuenta la situación planetaria actual,
parecería una utopía. Pero, no teniendo posibilidad de actuar sobre el pasado
para contrarrestar lo sucedido, nada más provechoso que reparar sus
consecuencias, ser conscientes del presente y actuar de manera tal de acercarnos
un poquito a esa utopía nos humanizaría un poco. Sería fantástico, siempre y
cuando sea el ser humano lo que le interese al ser humano.
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