-“¿Está
Ud. fatigado, compañero?”, preguntó don Vicente López a Mariano Moreno, que
en la sesión del Cabildo Abierto (1) del 22 de mayo no había pedido
la palabra.
-“Estoy
caviloso y muy inquieto”, respondió el interpelado.
-“Por
qué, si todo nos ha salido bien”.
-“No
amigo; yo he votado con ustedes por la insistencia y majadería de Martín
Rodríguez, pero tenía mis sospechas de que el Cabildo podía traicionarnos.
Acabo de saberlo; y si no nos prevenimos, los godos nos van a ahorcar antes de
poco. Tenemos muchos enemigos y algunos andan entre nosotros y quizás sean los
primeros en echarnos el guante”.
Sus palabras fueron una premonición. Mariano
Moreno fue la primera víctima de los que, amparándose en la revolución
triunfante, en realidad resistían todo cambio de fondo.
Ese 22 de mayo se había delegado la elección
de la autoridad en el Cabildo, y éste, dos días después, dejó a Cisneros al
frente del gobierno, secundado por cuatro “vecinos honorables”, de los cuales solo
uno era un patriota auténtico: Juan José Castelli. Una fórmula fraudulenta toda
vez que el Cabildo Abierto había aprobado la cesación de Cisneros por 155 votos
contra 69. Moreno no se había equivocado.
No es que el 25 el pueblo se reunió porque “quería
saber de qué se trataba”, sino que se volcó a la plaza para rechazar la decisión
del Cabildo. Tampoco que los chisperos (Domingo) French y (Antonio Luis) Berutti
repartían escarapelas entre los curiosos, sino cintas que identificaban a los
patriotas, los amigos de la revolución, a manera de distintivo.
Las irrupciones de portavoces populares en la
sala capitular hicieron que algunos funcionarios coloniales propusieran apelar
a la fuerza pública, pero los jefes de las milicias no respondieron. Moreno y Castelli
recorrían los cuarteles para garantizar el apoyo de las armas a la revolución. Y
en la plaza se recogieron más de 1000 firmas de vecinos sosteniendo los nombres
de los ciudadanos que proponían para conformar la Junta de gobierno patriótica.
Cisneros se vio obligado a renunciar y la
fórmula surgida del categórico pronunciamiento popular tomó el timón.
Lo anterior es un extracto de parte de los
sucesos de la Revolución de Mayo de 1810, chispa de nuestra independencia, que
generalmente no se encuentran así tratados en la historia edulcorada -no por
equivocación ni inocentemente- de los
Manuales con los que fuimos instruidas muchas generaciones. Pueden considerarse
parte del revisionismo histórico, siempre tan resistido.
Ese pequeño tramo de nuestra historia, como
cualquier otro que se quiera de ella, hasta el presente, demuestra que trampas
y defecciones, en crudo o maquilladas, a la luz o en sombras, son moneda
corriente en todo proyecto de transformación que amenace el statu quo; sobre todo si, intentando corregir desequilibrios,
incomoda a sectores privilegiados. Sean cual fueren los desequilibrios. Sea cual
fuere el privilegio, que muchas veces por haberse mantenido constante en el
tiempo habrá quienes lo consideren natural; y hasta justo; pretendidamente
inalterable. Ni hablar tratándose de sórdidos intereses; los “bastardeados apetitos” a los que aludió José
Ingenieros en su obra.
Ese pequeño tramo de nuestra historia también
demuestra que todo proyecto político que desafíe “las resistencias inmorales que
apuntalan el pasado” (otra de Ingenieros) requiere de convicciones, compromiso,
decisión y coraje.
Mañana, 28 de
agosto, será la audiencia pública por la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual
(LSCA) convocada por
la Corte Suprema de Justicia (CSJ) para que el Gobierno y la corporación mediática dominante expongan sus respectivas
posiciones respecto de la norma resistida por la segunda. Será el momento de
hacerle saber al máximo tribunal, antes de que se expida, que, hoy como ayer,
el pueblo sabe de qué se trata. Por lo menos aquella parte del pueblo que no
vive el presente pensando como en el pasado, que no es ingenuo ni
está desprevenido, que no se deja engañar ni confundir, que sabe lo que quiere.
Sin medias tintas.
(1) Según Juan Agustín García, en
la Revolución de Mayo “el Cabildo Abierto
fue un instrumento del pueblo salido de su órbita constitucional para servir la causa
revolucionaria”.
Napoleón Bonaparte había destronado
al monarca español. Consecuentemente, en estas tierras se extendió aún más el sentimiento
de autonomía entre quienes ya querían y pregonaban terminar con el sofocante
dominio español. Fue infructuoso el empeño del virrey Cisneros en tratar de
ocultar los sucesos e infructuosa su negativa inicial al pedido de Manuel
Belgrano y Cornelio Saavedra: la urgente convocatoria de un Cabildo Abierto para
que el pueblo resolviera qué hacer. Infructuosas también la manipulación para
que en ese congreso general se decidiera a favor de la continuidad de su gobierno.
Fuente: “Febo
asoma”, de Jorge Correa; DIRPLE Ediciones (1999)
"Sueño con una Argentina lo suficientemente
informada para que nadie vuelva a meterles el perro" (Cristina Fernández de
Kirchner; 21 de agosto de 2013).
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