“Que buen idioma el mío, que buena lengua
heredamos de los conquistadores torvos…
Estos andaban a zancadas tremendas por las cordilleras, por las Américas
encrespadas, buscando patatas, butifarras, frijolitos, tabaco negro, oro, maíz,
huevos fritos, con aquel apetito voraz que nunca más se he visto en el mundo…
Todo se lo tragaban, con religiones, pirámides, tribus, idolatrías iguales a
los que ellos traían en sus grandes bolsas… Por donde pasaban quedaba arrasada
la tierra… Pero a los bárbaros se les caían de las botas, de las barbas, de los
yelmos, de las herraduras, como piedrecitas, las palabras luminosas que se
quedaron aquí resplandecientes… el idioma. Salimos perdiendo… Salimos ganando…
Se llevaron el oro y nos dejaron el oro… Se lo llevaron todo y nos dejaron
todo… Nos dejaron palabras”.
Notable
manera de mirar a la distancia la expoliación que acompañó el mayor de los
etnocidios que conozca la historia de la humanidad, consecuencia del “descubrimiento
de América” un 12 de octubre de 1492, invisibilizada por manuales mentirosos. Notable
capacidad de mirar la mitad llena del vaso a pesar de esa otra vacía; capacidad
que permite festejar en esa fecha el Día del Respeto a la Diversidad Cultural
Americana -aunque algún/a tilingo/a prefiera seguir llamándolo Día de la Raza-,
sin obviar ni minimizar aquello otro.
“Todo está en la palabra… Una idea entera
cambia porque una palabra se trasladó de sitio, o porque otra se sentó como una
reinita dentro de una frase que no le esperaba y que le obedecía…”, agregó Pablo
Neruda a su párrafo anterior. Nada extraño tratándose de quien fue un excelso artista
de la palabra; un orfebre trabajándola.
La
palabra no es neutral. Debemos cuidarla... Aunque muchos no entienden la
delicadeza y el respeto que esas “reinitas” demandan…; o no les interesa. Y en
cualquiera de los casos, la degradan, como otros (o los mismos) envilecen la
política a pesar (o buscando) de lo que de cualquiera de ambas cosas pueda
derivar. Máxime enlazadas.
Esos
vejámenes sobreabundan por estos lares en formas
y versiones continuamente renovadas. Siempre estuvieron, pero especialmente y
con mayor hondura durante los últimos años de la mano de la prensa canalla.
La
campaña electoral que todos los candidatos cerraron ayer no fue la
excepción, al punto de haberla rebajado a espectáculo pochoclero caracterizado
por una guerra de
guerrillas discursiva, en el sentido que escribió y argumentó con
claridad meridiana el periodista Washington Uranga.
Una lástima... Lástima que suceda, lástima que haya quienes se presten a ser parte de esas trampas y lástima quienes caen en ellas. Lástima todo; y por sobre todo esa impotencia que obceca a varias fuerzas ¿…? políticas distintas a la oficial que sólo ofician de oposición ciega, corriendo tras una zanahoria de utilería, funcionales a otro tipo de oposición, para nada ciega ni boba, de filiación ideológica afín a los poderes fácticos a los que tanto molesta -y quieren destruir- el proyecto de transformación en curso. Lástima, porque de erigirse aquellas en alternativas reales, sólidas, podría elevarse el nivel de discusión. “Es portando nuestras verdades relativas, que construiremos la verdad común”, dijo alguna vez el expresidente Néstor Kirchner, pero para ello hace falta capacidad y buena leche.
Una lástima... Lástima que suceda, lástima que haya quienes se presten a ser parte de esas trampas y lástima quienes caen en ellas. Lástima todo; y por sobre todo esa impotencia que obceca a varias fuerzas ¿…? políticas distintas a la oficial que sólo ofician de oposición ciega, corriendo tras una zanahoria de utilería, funcionales a otro tipo de oposición, para nada ciega ni boba, de filiación ideológica afín a los poderes fácticos a los que tanto molesta -y quieren destruir- el proyecto de transformación en curso. Lástima, porque de erigirse aquellas en alternativas reales, sólidas, podría elevarse el nivel de discusión. “Es portando nuestras verdades relativas, que construiremos la verdad común”, dijo alguna vez el expresidente Néstor Kirchner, pero para ello hace falta capacidad y buena leche.
Y
a propósito de él, el domingo, el día que los argentinos debemos elegir destino
por dos años para nuestro Congreso, se conmemora el tercer aniversario de su
partida física. Un escrito de Eduardo Galeano pareciera hablar en su homenaje:
Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de
Colombia, pudo subir al alto cielo. A la vuelta contó. Dijo que había
contemplado desde arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos.
-“El mundo es eso -reveló- un montón de
gente, un mar de fueguitos”.
Cada persona brilla con luz propia entre
todas las demás.
No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes
y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que
ni se entera del viento, y gente de fuego loco que llena el aire de chispas.
Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida
con tanta pasión que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca se
enciende.
Hoy
existen sólo dos proyectos en pugna: el del sueño que propuso Néstor Kirchner y
nos encendió a muchos argentinos y el que se presenta con un boleto de vuelta
al pasado en la mano, aunque, por ahora, ninguna de sus dos versiones cuente con
proyección nacional. Lo demás son falsos originales sin marca en el orillo que
finalmente destiñen; fuegos bobos.
La cosmovision original u originaria también fue , aunque no totalmente, arrasada. Cierto que se usa la palabra pero no se si ha sido una herencia para festejar, salvo que hubiera sido para la comprendensión y no para la dominación
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