No
es que con este ensayo de ironía se menosprecie ni a los genuinamente descontentos
ni a las cuestiones que los descontentan. Es lógico y natural que exista un sector de la sociedad que pueda tener sus discrepancias en lo que hace a las
necesidades y problemas a resolver, sus matices, las prioridades y las formas. Ningún
gobierno puede satisfacer a todos.
Cuando
legítimos, los reclamos deben ser atendidos. Lo malo es la inexistencia de una oposición
con la estatura política suficiente como para constituirse en tal, en canal
institucional de esas demandas y en generador activo de iniciativas; y peor aún
su consecuencia: los medios de comunicación pasando a ser actores políticos
directos, cuyo accionar logra que ese sector social genuinamente descontento -o
parte-, más aturdido que otra cosa por su prédica constante -antikirchnerista en este caso- que lo asfixia, desdibujándole adrede la
realidad, se sume a otro cuyos intereses e intenciones, generalmente bien
escondidos a los ojos de buena fe, pasan por un lugar muy distinto al del bien
común. En
palabras del antropólogo Alejandro Grimson, se sume a la protesta de esa “parte minoritaria pero importante que no
tiene la más remota idea de las vivencias y sufrimientos de los sectores
populares. Y mucho menos se pregunta por sus derechos, ni los
reconoce como tales”.
Tiene
razón Ricardo Forster, de Carta Abierta, al considerar que, entre los que el 8N
van a dar el presente, hay una importante cantidad de argentinos que no tienen
interés de que los escuchen en el sentido democrático del término. También la
tiene el politólogo Edgardo Mocca, al decir: “La protesta social es una característica idiosincrásica del pueblo
argentino. Ahora, la protesta social capturada, utilizada e instrumentalizada
por los grupos que están buscando alterar el calendario institucional es otra
cosa. El límite es el respeto por el calendario institucional y por las formas
institucionales”.
Ni
lo de Forster ni lo de Mocca son exageraciones. Basta leer las cadenas de
correos electrónicos, recorrer algunos blogs y pispear las redes sociales. Además
de poder comprobarse fácilmente que, detrás de la convocatoria, conviven “fundaciones, asociaciones fuertemente
ligadas a la Iglesia de derecha, a miembros de la Sociedad Rural Argentina
(SRA), a los cavernícolas que aún apoyan a los militares genocidas y al jefe de
Gobierno porteño, que se reúnen, deciden fechas, lugares de encuentro,
consignas y próximos calendarios”, como sostiene la socióloga Norma
Giarracca y complementa con nombres y apellidos el diputado Aníbal Fernández,
lo cual hace que lo de “autoconvocados” resulte absolutamente inconsistente, la
intencionalidad del 8N es otra.
Solo
resta preguntarse: ¿hasta dónde pretenden llegar? La respuesta ya se dio en el
último post. Es sencilla. Y aunque
pueda seguir pareciendo apocalíptica, por convicción se repite: hasta algún
gobierno, cualquiera fuere su tipo, sometido, que le permita mantener
privilegios, incluso desconociendo decisiones tomadas a través de los
mecanismos de la democracia.
Porque
EL
GUARDAFARO
repudia esto
Además..., EL
GUARDAFARO
dice
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