viernes, 25 de mayo de 2012

NUEVO AMANECER

Un día como hoy, 25 de mayo, hace exactamente 9 años, las aguas se dividieron. Sucedió cuando Néstor Kirchner asumió la presidencia de la Nación. Por un lado el poder político y, por el otro, los señores del poder fáctico; por un lado quienes estrenaban mandato y, por el otro, los acostumbrados a condicionar gobiernos. Los primeros con la debilidad de haberse visto privados de la posibilidad de legitimarse y, como contrapartida, la fortaleza de contar con un modelo de desarrollo económico-social en mente. Los segundos, defensores y parte del modelo neoliberal que nos arrojó desbastados moral, espiritual y económicamente como país en la puerta del siglo XXI, los grupos económicos concentrados y los personeros del capital financiero, con la confianza propia de quienes siempre fueron ganadores por su capacidad tanto para hacer como para impedir.
Desde entonces, dos modelos de país entraron en pugna. Y éste, políticamente hablando, fue polarizándose: amanecer para los derechos de todos, ocaso de los privilegios para pocos.
A medida que la gestión del Gobierno fue avanzando la propuesta kirchnerista se transformó en un nuevo amanecer para vastos sectores sociales, como seguramente sucedió hace 202 años con el chispazo que dio lugar al nacimiento de nuestra patria, un día como hoy de 1810; y a medida que esa propuesta fue sumando adhesiones en las calles y en las urnas, la diatriba de los voceros de quienes tienen sus necesidades satisfechas y sus problemas resueltos desde siempre o desde hace mucho, y de los reaccionarios, se incrementó. Sectores ofuscados, evidentemente a contramano del sentimiento mayormente extendido, que no cesan; insisten con sus ataques.
Uno de los casos más evidentes resulta ser el del multimedio Clarín, el oligopolio que demuestra sobradamente que no detendrá sus esfuerzos para ver al kirchnerismo desprestigiado y fuera del gobierno. Y, a juzgar por su intolerancia, su práctica periodística y su desajuste a la ley -para no ahondar más-, sus límites no son precisamente los de la ética.
Los periodistas Víctor Hugo Morales y Matías Martin mantuvieron una charla radiofónica hace aproximadamente diez días, en la que discurrían acerca de la necesidad de comprometerse o no con este momento histórico que transita la Argentina; una charla digna de reproducir en uno de sus pasajes. Dijo el primero: “No es con la indiferencia, no es por el camino del medio, no es haciéndonos los sota, no es pensando que un día como actor o como locutor o como periodista tengo ganas de trabajar en el grupo al que ahora tengo que criticar -que podría ser el Grupo Clarín-, no es por esa calle del medio que se va a construir una sociedad distinta. Es en la pelea de los que están del lado Magnetto de la vida y de los que están en la vereda de enfrente de ese lado Magnetto de la vida que tenemos que dilucidar. Porque los gobiernos, si vos me dijeras: “entonces, el gobierno…”, el gobierno lo vas a cambiar. El que sí estará con su mismo designio, con su mismo espíritu mafioso, con su misma soldadesca periodística, se llama Magnetto, que cuando no se llame Magnetto será de otra manera su nombre, será González, pero seguirá siendo Clarín; seguirá siendo un medio de comunicación que envilece la atmósfera de la discusión del país en nombre de sus intereses”.
Conceptos que demuestran tanto el nivel de enfrentamiento del mascarón de proa de los enemigos del Gobierno con éste como el de rechazo que genera en una parte de la sociedad. 
Inclinarse por un proyecto que, en términos generales, coadyuve al bienestar común bogando por mayor inclusión social y mayor equidad en la distribución de la riqueza -priorizándolas- y procure alcanzar un crecimiento sostenible sustentado en el trabajo -no en la especulación-, defendiendo para ello la soberanía política y económica de la Nación -libre de intromisiones foráneas- y devolviéndole al Estado su rol de regulador y arbitrador, no necesariamente es ser “K”. Es definirse por un modelo de país al que se aspira, que en este caso coincide filosóficamente con el proyecto que se encuentra en construcción y se ubica en las antípodas del capitalismo salvaje; es definirse a favor del cambio, a favor de un proceso de transformación que conduzca a ese otro modelo de país que resulta deseable.
Pretender igualdad de ideas y posturas es aspirar a imposibles. Tampoco es sano. No así que las diferencias que inevitablemente surjan en el colectivo ubicado en la vereda de enfrente del lado Magnetto de la vida –como definió VHM- pueden ser dirimidas. Las discrepancias en lo que hace a las necesidades y problemas a resolver, sus matices, las prioridades, las formas y mucho más, canalizadas adecuadamente, pueden convertirse en convergencia de la diversidad. Se trata de participación. Diálogo y construcción conjunta de soluciones postergadas, cambios en nombre del  futuro para ese amanecer de nuevos días que la mayoría (54,11%) manifestó querer regalarse.
Inclinarse por el proyecto en construcción no es sostener que todo está bien; tampoco que no se reconozcan errores, que no haya que ajustar algún rumbo o corregir alguna cuestión. Es aceptar que todavía falta. No es ser rehén. No necesariamente es ser “K”.
En labios y letras de molde de quienes comulgan con un proyecto contrario, “ser K” conlleva desdoro. Es parte de su forma de estigmatizar sistemáticamente al Gobierno y a quienes no lo atacan, como pieza de la construcción de la falsa dicotomía “K – antiK”. Es parte de la frustración de los centinelas de sus propios intereses y de otros corporativos; frustración de quienes no pueden doblegar a este Gobierno. Insulto a la inteligencia de quienes priorizan los derechos y los intereses todos para ese otro  modelo de desarrollo económico-social en construcción.

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